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Iglesia Románica de San Antolín de Toques, Provincia de A Coruña.


Visitamos la Iglesia de San Antolín de Toques en dos fríos días de marzo. La iglesia es de raíz prerrománica y también podemos ver en ella los primeros pasos del románico. En el interior destacan el Calvario de Toques (siglo XIII) y las pinturas murales. Y un entorno natural que el visitante no olvidará.




Coordenadas de situación de Toques en Galicia. Amplíe el mapa y llegará a la Iglesia Románica de San Antolín/Antoíño de Toques: 42.977891, -7.983263

Nota: Los textos que figuran en cursiva han sido extraídos de la Tesis Doctoral de María del Pilar Carrillo Lista titulada Arte Románico en el Golfo Ártabro y el Oriente Coruñés. Capítulo 4: Primeros pasos del románico en Galicia, pags. 131 a 148. Universidade de Santiago de Compostela. Facultade de Xeografía e Historia. Departamento de Historia da Arte. Santiago de Compostela, 2005.


Al llegar vemos a la izquierda los restos del monasterio y un cruceiro. Estampas invernales, un día soleado y otro nublado, o viceversa.




Historia. Seguimos a la profesora Carrillo Lista.

La antigua iglesia monasterial, hoy parroquial, de San Antolín o Antoíño de Toques, está situada en el monte Bocelo, en una profunda depresión por cuyo fondo desciende un río que pasa por debajo del antiguo cenobio, formando un fuerte salto a poca distancia. Las gentes del lugar la conocen también como "A Capela", ya que se cuenta que antes de este monasterio existía otro en la cumbre del monte, donde había una iglesia de menores proporciones de la que todavía se ven los restos.

Un edificio de planta rectangular, con orientación litúrgica, de diez metros de largo por cuatro de ancho aproximadamente, en torno al cual quedan vestigios de unos muros de mampostería que podrían pertenecer a desaparecidas construcciones monásticas.




Sobre la remodelación del antiguo monasterio se sabe poco, pero parece relacionada con una importante donación de bienes y derechos jurisdiccionales que realizó el rey de Galicia don García a Toques y a su abad Tanoi en febrero de 1067.




Sin duda, la fundación del cenobio fue anterior, aunque la fecha exacta no se conoce. Los autores que se han ocupado de este aspecto no llegan a un acuerdo: Pallares y Gayoso indica que fue en 1060; Yepes afirma que se fundó en el 1076, y González Dávila es menos concreto, opina que el monasterio de Toques debió de crearse entre los años 1059 y 1080, período que corresponde con los tiempos del obispo Vistriaco o Vistruario de Lugo.




La donación de don García fue la primera de una serie de dádivas reales, pues más tarde realizaron otras Alfonso VI, los condes de Galicia don Ramón y doña Urraca, el emperador Alfonso VII, Fernando II y Alfonso IX. Posteriormente tales donaciones fueron confirmadas por Fernando III y Enrique III. El resultado fue la obtención de un gran coto y una amplia jurisdicción por parte del monasterio, lo que demuestra la importancia que alcanzó durante la Edad Media.


El río que pasa junto a la iglesia. A la derecha de la imagen, totalmente cubiertas por la vegetación, las ruinas de la antigua fábrica de puntas, que estuvo instalada en lo que era el antiguo monasterio benedictino.




Nada se sabe de su historia durante los últimos siglos medievales pero se supone que, al igual que los demás de Galicia, habría sufrido no sólo un decaimiento espiritual sino una merma en sus posesiones, por lo que a principios del siglo XVI fue anexionado a San Paio de Antealtares, según el plan de reforma del monacato gallego ordenado por los Reyes Católicos.


La iglesia desde el exterior del muro que la circunda, junto al río y las ruinas de la fábrica de puntas.




Posteriormente pasó a ser priorato de San Martiño Pinario, cuando el último abad de Toques, Fray Jácome de Sangiás o San Xiao, renunció a su dignidad en manos del abad de San Martín.




Hacia 1750 sólo habitaban el convento un fraile y cuatro criados, y la iglesia se había convertido en parroquia a cargo del cura de Santa Mariña de Brañas.

En el siglo XIX se llevaron a cabo obras de mantenimiento y ampliación de la iglesia, prolongando los muros laterales de la nave y reconstruyendo la fachada oeste; en los años anteriores a la desamortización conservaba privilegios y cobraba rentas.




Luego, el edificio del priorato fue vendido y se instaló en él una fábrica de puntas de la que hoy quedan todavía algunos restos, la cual quebró al poco tiempo debido a la mala administración y problemas para el transporte. Las gentes del lugar indican que la causa del cierre de esta industria fue otro, puesto que el director de la misma no iba a misa y hacía funcionar el volante aunque molestase durante las celebraciones litúrgicas; un día, al alzar durante la Consagración, salió el volante por los aires y desde entonces no se volvió a abrir la fábrica.


Hay dos cancillas para entrar al recinto. Estamos junto a la más próxima al río.




Ya en el siglo XX, San Antoíño de Toques pertenecía a la encomienda de Ulloa y tuvo jurisdicción civil y criminal sobre ocho iglesias y setenta y tres lugares. Sus numerosas rentas fueron motivo de discordia entre el abad de San Martiño Pinario y el Arzobispo de Santiago, pleito que se falló a favor del primero.






En la actualidad, del antiguo monasterio benedictino sólo queda en pie el templo junto con las ruínas de las dependencias monásticas, situadas al norte, bajo las cuales discurre un pequeño río que cerca de allí origina un fuerte salto.


Las dos cancillas. Hemos entrado por la que está entreabierta.

































Exterior. Nave.

La puerta norte de la nave, hoy tapiada, es de medio punto ligeramente rebajado. A través de ella se accedía desde la iglesia a las dependencias monasteriales.

La del lado sur está rematada por un arco de casi medio punto, que podría tratarse en origen de un arco de herradura al que se han quitado los salmeres y añadido otras piezas con el fin de proporcionarle una mejor identificación con un arco románico.






La iluminación de la nave es cenital y se realiza a través de ventanas de medio punto con doble derrame situadas en la parte alta de los muros, una al norte, hacia el extremo oriental, y dos en el meridional, sobre la puerta. A la derecha de estas últimas y un poco más alta, aparece una saetera.

Éstos no son los únicos vanos que iluminaban el interior de la iglesia de Toques ya que en el testero de la nave, sobre el arco triunfal, se abren dos ventanas al mismo nivel y bastante juntas.






Sosteniendo las cobijas de los aleros de la nave, excepto en el añadido del siglo XIX, aparecen sendas colecciones de canecillos. La piedra empleada en su realización, el deterioro sufrido y la escasa formación de su autor, hacen que los temas decorativos sean difíciles de identificar: geométricos, rollos y cabezas antropomorfas o de animales.




Exterior. Ábside.

Por el exterior se aprecia la rotundidad de los dos volúmenes que componen el edificio, pues están perfectamente delimitados, rasgo acusado que tiene que ver no sólo con el románico, sino sobre todo con el prerrománico.

Gran parte del aparejo de los muros es pseudoisódomo, donde se alternan hiladas de sillares estrechos con otras más anchas, y aparecen algunos engatillados: el ábside presenta este tipo de paramento de esquisto excepto en la zona de la cornisa, y los esquinales están construídos con grandes sillares; la parte baja y media de la nave también está construida con sillería pseudoisódoma.

Para realizarla se empleó granito y pudinga de distinto color (https://es.wikipedia.org/wiki/Pudinga), procedente de una cantera cercana, alternancia que produce un efecto colorista muy particular de Toques.




Este tipo de paramento tiene una clara ascendencia prerrománica, como se puede observar en edificios altomedievales como las orensanas Santa María de Mixós (Monterrei), Santa Eufemia de Ambía (Baños de Molgas) o San Martiño de Pazó (Allariz).

Pero en la zona superior de los muros del ábside de Toques, a partir de la ventana del testero, así como en la parte alta de los muros de la nave y en los canecillos, se produce un cambio en el material que se emplea: en estos puntos se usa únicamente una pudinga típica del lugar y muy rara en Galicia, dispuesta en hiladas de altura similar.

Estos dos tipos de aparejo corresponden a dos etapas constructivas distintas: una primera altomedieval, en la que se emplea un aparejo pseudoisódomo; y una segunda, románica, que coincide con las partes altas: el alero del ábside y el nivel de ventanas de doble derrame de la nave.




Pero el mayor interés se centra en el remate del ábside: sosteniendo la cornisa aparece una sucesión de arquitos de medio punto que se extienden a lo largo del muro sur, oeste y septentrional, donde se han perdido en parte.

Por encima de la arquería se dispone una hilera de ladrillos que tienen la cara vista labrada en forma de dientes de sierra, aunque se observa cierta discontinuidad: en el testero del ábside alguno quedó sin tallar, y en la cornisa meridional no aparece ninguno. Esto, junto con que algunos presentan posiciones forzadas, conduce a pensar que su disposición es fruto de una reutilización de materiales.




La disposición de los ladrillos es la misma que en el ábside de San Miguel de Celanova (Ourense): la pieza se coloca mostrando su lado más largo y una vez en su lugar se tallan los dientes de engranaje, de modo que en un solo ladrillo aparecen varios dientes.

Si se considera que en el siglo X Toques pertenecía ya al obispado de Mondoñedo, donde San Rosendo fue obispo del 911 al 931, cargo que abandonó para retirarse a Celanova, la coincidencia en el uso de los dientes de engranaje como adorno de las cornisas de Toques y el pequeño oratorio de San Miguel podría estar en relación con la labor de talleres itinerantes que trabajasen en edificios ligados de una u otra forma a la actividad del santo.





Testero del ábside.




En el testero aparece de nuevo la ventana de medio punto y doble derrame que interiormente oculta el retablo.









Ábside, muro norte.







El río pasa a escasos metros de la iglesia. El ábside se rodea de un muro, con un metro escaso de espacio entre el ábside y el muro. Ahí abajo el río ruidoso trae bastante agua.





Esquina del muro mencionado.









Fachada oeste.

Como se ha mencionado en el resumen histórico más arriba: En el siglo XIX se llevaron a cabo obras de mantenimiento y ampliación de la iglesia, prolongando los muros laterales de la nave y reconstruyendo la fachada oeste.







Interior.

Entramos y nos desplazamos a la derecha, hacia la puerta de la fachada oeste para empezar desde allí la visita al interior.




La iglesia de San Antoíño de Toques presenta una nave y un ábside rectangular, siguiendo un modelo antiguo en planta, ya que en otros edificios altomedievales gallegos, como Santa María de Loio (Paradela, Lugo) y la capilla del Ciprés (Samos, Lugo), entre otros, tienen cabecera recta, lo que permite la creación de espacios compartimentados, característicos de la arquitectura anterior al románico.

Por el interior la nave se encuentra encalada, por lo que resulta imposible realizar un análisis en función de los paramentos. En ella se abren dos puertas laterales que rematan en arco de medio punto.


A la derecha el muro sur con la puerta de la que ya se ha hablado anteriormente al estudiar el exterior. A la izquierda la puerta del muro norte, tapiada. En el centro, el testero de la nave con el arco triunfal que da acceso al ábside. Las pinturas murales están localizadas como se ve en el muro sur y en el testero. Sobre el arco triunfal, el Calvario.






Hacia los pies de la nave se efectuó una ampliación en 1812, según una inscripción que se conserva sobre la puerta occidental. En esa zona se construyó una tribuna de madera.


A la derecha la puerta de la fachada occidental.





Acceso a la tribuna, esquina noroeste de la nave.








Muro norte y la puerta tapiada.





Retablo situado en el muro sur.









La cubierta es de madera a dos aguas sostenida por una tosca armadura y tirantes apoyados en los muros.






Se conservan importantes muestras de pintura mural en la nave. A ambos lados del arco triunfal se representa a un posible San Jorge -o Santiago-, la Misa de San Gregorio y a San Bartolomé. Sobre ellos se ve con dificultad una serie de figuras vestidas con largas túnicas -quizá ángeles-, con tubas o filacterias.

La cronología atribuida a estas pinturas es del primer tercio del siglo XVI. Las demás son del XVIII y están condicionadas por la presencia de un Calvario del siglo XIII colocado sobre el arco triunfal, ya que predominan las escenas relativas a la Pasión.











En la pared sur sobresale un gigantesco San Cristóbal, una Anunciación y una probable representación de San Benito.







Pinturas de la pared norte.







Las ventanas presentan doble abocinamiento, excepto la más oriental del lado sur.

Ventanas del muro sur. La oriental a la que se refiere la autora es la de la izquierda de la imagen.





Ventana del muro norte.





Al ábside se accede por un arco de medio punto ligeramente peraltado. Llama la atención la escasa luz que presenta, similar a edificios de tradición prerrománica, como la citada capilla del Ciprés de Samos o San Miguel de Celanova (Ourense); sus dimensiones dificultan la visión del interior del presbiterio, diferenciando perfectamente la cabecera de la nave.

El arco triunfal de Toques está sostenido por un par de semicolumnas adosadas de fustes lisos y monolíticos.

Camps indica que estos capiteles del arco toral de Toques son buenos ejemplos de los rasgos distintivos que presenta el arte hispanovisigodo de Galicia respecto al del resto de España, aunque otros autores los vinculan al arte asturiano o al mozárabe; en lo que coinciden todos es en que se trata de piezas altomedievales, aunque por la decoración y talla a bisel que presentan están más próximos al arte hispanovisigodo.

Hacia el centro de ambos capiteles aparece una incisión vertical acaso provocada por la colocación de una reja hoy desaparecida.





El del lado norte está cubierto por una serie de motivos geométricos imbricados que llegan a simular una decoración floral, y en el centro presenta un gran círculo de radios curvos, motivo de origen protohistórico que tuvo una larga pervivencia, hasta aparecer incluso formando parte de la decoración de iglesias prerrománicas.





El capitel del lado sur: La cesta meridional muestra unas rosetas hexapétalas de extremos puntiagudos inscritas en unas figuras que están entre los círculos y los hexágonos, indefinición que es efecto de la dureza de la talla a bisel.





A la derecha del arco hay un relieve esculpido en uno de los bloques de piedra del muro. En él aparece una figura humana que lleva en sus manos una especie de maza, y un cuadrúpedo de mayor tamaño con las fauces entreabiertas, lo que le confiere un cierto rasgo de fiereza. La silueta de las figuras destaca contra un fondo neutro mediante talla en reserva; la sencillez del estilo es tal que omite toda referencia anatómica o cualquier detalle. El tipo de talla y el tratamiento que se da a las figuras es relacionable con el arte asturiano.




En Toques es evidente que el relieve fue realizado para el lugar que ocupa, ya que por el lado que está en contacto con el arco triunfal, el contorno del bloque decorado sigue la línea del trasdós. Esta circunstancia añade nuevos interrogantes a la hora de establecer la cronología del edificio, ya que esta pieza parece ser de finales del siglo IX o principios del X.

El interior del ábside se cubre con una bóveda de cañón que arranca de una imposta lisa, todo recubierto de cales. En el testero se abre una ventana de medio punto con doble derrame (vista en el exterior), del tipo característico de las construcciones del siglo XI, oculta en parte tras un retablo. En el muro sur se encuentra un pequeño vano adintelado moderno (también lo hemos visto en el exterior), ya que con el retablo que se colocó en el testero se cegaba el existente, dejando sin luz el presbiterio.

















Desde la tribuna centramos ahora nuestra atención en el Calvario de Toques.




Sobre el arco triunfal se exhibe un grupo escultórico en madera policromada de gran valor artístico: el Calvario de Toques, realizado en el siglo XIII. González Dávila lo cita diciendo que el Cristo era muy visitado en la comarca y que, en 1598, no entró en el coto de Toques la peste que diezmaba Galicia gracias al favor de la imagen. Está flanqueado por una talla de la Virgen y por San Juan.

Pese a su cronología avanzada, Cristo presenta características románicas, como estar vivo y clavado con cuatro clavos. Su rostro aparece sereno, con la cabeza ladeada hacia la derecha y la frente ceñida por una corona de espinas -que sustituiría a la real desde mediados del siglo XIII-, y con el largo y acaracolado cabello cayéndole sobre los hombros; lleva una barba corta y rizada, características que se mantuvieron hasta el siglo XIV.

Los rasgos corporales empiezan a destacarse, ya que en el torso se marcan las costillas de forma somera y arbitraria. El perizoma (https://es.wikipedia.org/wiki/Perizonium) cubre desde la cintura, donde forma pliegues concéntricos, hasta las rodillas, en este caso flexionadas, de manera que el paño de pureza cubre la izquierda mientras cae hasta media pierna por detrás. Los pies se apoyan en un subpedáneo y están juntos y paralelos.





María lleva manto y túnica hasta los pies, velando toda referencia corporal; los pliegues caen verticalmente desde el hombro al suelo y asoman los pies calzados. Cruza el brazo derecho ante el cuerpo, pone la mano bajo el codo izquierdo, se lleva la otra a la mejilla y ladea ligeramente la cabeza, que se cubre con un velo o toca. Éste es un gesto característico en las figuras que manifiestan dolor, que sienten una profunda pena causada, en este caso, por la Crucifixión del Hijo de Dios, al que la Madre ve morir.





San Juan es una figura masculina joven, de rostro lampiño; viste túnica ceñida y un manto bajo el que asoman los pies desnudos. Su gesto es como el de la Virgen: cruza el brazo izquierdo ante el cuerpo y sujeta un libro cerrado contra el pecho, mientras se lleva la mano derecha a la mejilla, ladeando apenas la cabeza, en actitud de dolor semejante a la de María.




Los Crucificados debieron ser piezas comunes en las iglesias románicas y góticas, aunque se conserven pocos en Galicia. Uno de los más antiguos es éste de San Antoíño de Toques que, además, se conserva íntegro.


Ventanas del testero.









Nos disponemos a salir de la iglesia.





Ha llegado la hora de poner el punto final a nuestra visita a San Antolín de Toques.






Conclusiones de la autora.

San Antoíño de Toques es un edificio que alberga elementos de distinta procedencia y se carece de noticias documentales relativas a su construcción, lo que plantea múltiples interrogantes. El primero es si se trata de un edificio de nueva factura que aprovecha elementos de otro anterior, o si, por el contrario, se trata de un edificio prerrománico remodelado a finales del siglo XI.

Lo cierto es que en esta obra se yuxtaponen concepciones prerrománicas con otras propias del primer románico; entre los primeros se encuentran los capiteles del arco triunfal y la franja pétrea con decoración vegetal tallada a bisel que corona los muros y piñón del ábside, su cronología cabe fijarla hacia finales del siglo VI o primera mitad del VII.

El relieve situado junto al arco triunfal fue realizado con el fin de ser colocado en el puesto que ocupa, ya que su extremo izquierdo se adapta perfectamente al trasdós del arco. Es de finales del siglo IX o principios del X.

San Antoíño de Toques se incluye en el presente estudio sobre el románico del oriente de la provincia de A Coruña por sus elementos románicos, como las ventanas adoveladas de medio punto con doble abocinamiento; otro motivo es la sucesión de arquillos ciegos que recorren los aleros del ábside, adecuándose además al trazado del piñón del mismo, arquería que es un recurso ornamental propio del primer románico, y, por último, por la presencia de canecillos que coronan los aleros de la nave.

Se trataría pues de una iglesia prerrománica que sufrió modificaciones en diferentes momentos, proporcionando una fusión de elementos hispanovisigodos, asturianos y mozárabes, pero que en el último cuarto del siglo XI se remodeló respetando elementos altomedievales.

La circunstancia que facilita las nuevas obras y con ellas el cambio de estilo sería la buena situación económica de la que disfrutaba el monasterio gracias a la donación del rey don García en 1067, con lo que se podría permitir acometer una reforma en la que se emplearían nuevas formulaciones arquitectónicas.





Fin.


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