En este capítulo vamos a visitar el Monasterio de San Julián de Samos. En la Parte 1 hacemos un recorrido circular por el exterior del monasterio y también un recorrido por su azarosa historia.
Hemos llegado a Samos siguiendo uno de los dos itinerarios del Camino desde Triacastela, no el llamado original por San Xil, y después de ver la Capilla del Ciprés (Click Aquí para verla), prerrománica, nos disponemos a iniciar la visita al Monasterio.
Coordenadas de situación de Samos en Galicia. Amplíe el mapa y llegará al Monasterio de San Julián de Samos: 42.732439, -7.326219
Los números que se ven debajo de las fotos son las coordenadas del mapa del lugar desde el que se tomó cada foto.
En este enlace pueden verse nuestros pasos por el Camino de Santiago desde O Cebreiro: Click Aquí.
Nota. Con cada breve comentario sobre las fotos iremos intercalando párrafos en cursiva en los que se cuenta la historia del monasterio. Todos los textos en cursiva han sido extraídos del extraordinario trabajo, ante el que uno se queda sin palabras, realizado por la Doctora Arquitecta Estefanía López Salas en su Tesis Doctoral que lleva por título: San Julián de Samos – Lugo, Estudio e Interpretación del Diseño Monástico y su Evolución.
Nuestro recorrido empieza a la derecha del puente sobre el Río Oribio o Sarria, el peregrino se acerca al puente y antes de cruzarlo esta es casi la primera imagen del monasterio en todo su esplendor, tres estampas, primavera, otoño e invierno.
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El paraje en el que surge Samos, incluso antes de la aparición de cualquier monasterio, tenía un carácter singular. Era un sitio llamado a ser lugar monástico. La presencia de un curso de agua –el río Sarria- y la soledad y el recogimiento que ofrece este lugar por su particular configuración geográfica -un profundo y resguardado valle a los pies de las altas montañas de la meseta lucense-, hicieron de él el ámbito adecuado para desarrollar una vida monacal.
En este territorio, salpicado de pequeños asentamientos, se inició un proceso paralelo de cristianización. En la Galicia sueva y visigoda, Martín de Dumio y Fructuoso de Braga fueron dos personajes clave en el campo de las primeras manifestaciones del monacato gallego.
San Martín de Dumio llegó a Galicia entorno al año 550 y su propósito era llevar a cabo una cristianización profunda de los habitantes de nuestro territorio. Existe el dato conocido de que San Martín de Dumio fundó doce monasterios en Galicia en la segunda mitad del siglo VI y algunos autores consideran que uno de esos doce podría ser el de Samos.
Cruzamos el puente, nos volvemos a detener para admirar el imponente Monasterio de Samos. Estamos situados en el soportal de edificio del Ayuntamiento de Samos. De izquierda a derecha, la antigua cocina y la parte del monasterio dedicada a convento de monjas benedictinas, la fachada de la iglesia que asoma, el exterior del claustro “gótico” o de las nereidas y el exterior del claustro grande o del Padre Feijoo junto al río. El “puente” que se ve a la derecha es el único resto de un antiguo acueducto que llevaba el agua al monasterio.
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En el siglo siguiente, ya en época visigoda, San Fructuoso se preocupó por ubicar sus monasterios en lugares adecuados para vivir en retiro y soledad, manteniendo en lo esencial la tradición que anteriormente había establecido San Martín de Dumio.
Poco antes de la llegada a Samos en el 861 de varios monjes cordobeses, tuvo lugar el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago, durante el reinado de Alfonso II el Casto, en una fecha imprecisa del siglo IX, pero necesariamente anterior al año 842.
Nos fijamos ahora en el río Oribio o Sarria que en esta parte discurre junto al exterior del claustro grande. Volvemos a ver el antiguo acueducto.
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El trayecto sur de la ruta jacobea a la salida de Triacastela permite al peregrino pasar por el monasterio de Samos. Es cierto que en el Libro V del Códice Calixtino, escrito a mediados del siglo XII, con el carácter de guía para el peregrino que iba a Santiago, Samos no figura entre los nombres de los pueblos del camino. No obstante, existen escrituras de donación al monasterio, de las primeras décadas del siglo XI, en las que los otorgantes expresan su voluntad de que los bienes que conceden sirvan para sustento no sólo de los monjes, sino también de pobres y de peregrinos.
El documento en el que por primera vez se hace mención de que los monjes de Samos siguen la Regla de San Benito es del año 960, fecha realmente temprana dentro del proceso de benedictinización de la Península.
El progresivo apogeo de la ruta jacobea suponía beneficios para el monasterio, pues a él acudían numerosos peregrinos en busca de cobijo y ayuda. La necesidad de atenderlos suponemos que obligaría a levantar una edificación como hospital de peregrinos que posiblemente fuera una más de las que conformaban el primer conjunto monástico, cercana al resto de construcciones y no muy alejada del camino.
Desde el remate de las obras de la nueva iglesia románica de Samos, después del año 1228, hasta el final de esa centuria, se produce una ausencia total de referencias documentales sobre la realización de nuevas construcciones o la reforma de las ya existentes.
De la iglesia románica de Samos hoy sólo se conservan algunos restos.
En la parte superior de la imagen vemos el lugar en que se sitúa el “mirador” desde donde el peregrino divisa por primera vez el monasterio.
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Vista del monasterio desde el mirador.
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Si bien no tenemos constancia de que el espacio monacal experimentara un crecimiento a lo largo del siglo XIII, si lo hizo el patrimonio territorial de la comunidad, el aumento de los dominios de Samos tuvo lugar, en su mayor parte, por el mecanismo de la compra. Compra que se hacía a pequeños propietarios.
Al entrar en el siglo XIV, la situación en Galicia empeora, produciéndose una importante crisis que afectó sobre todo a las poblaciones del interior. Las adversidades que sufría la sociedad y, particularmente, las que afectaban más a la Iglesia, rompían con el clima de exaltación, devoción, cumplimiento y obediencia de la Regla, que había caracterizado los años anteriores.
Al entrar en el siglo XV, lejos de mejorar la situación, las casas monásticas vieron como los problemas se agravaban todavía más. Los nobles seguían entrando y apoderándose los bienes monacales; el poder económico de las comunidades cada vez era menor, llegando en ocasiones a un estado de pobreza y gran necesidad.
Emprendemos el camino que nos va a llevar a dar la vuelta completa al exterior del monasterio.
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…en las últimas décadas del siglo XV, sabemos que Samos se encontraba en un estado de destrucción y ruina. Por otra parte, la comunidad se había reducido de forma considerable y apenas la formaban seis monjes. Los Reyes Católicos van a poner en marcha un programa de reformas que empieza a hacerse realidad a partir de 1480.
En primer término, en la parte izquierda, vemos la antigua cocina del monasterio, en la que posteriormente se instaló un horno de pan. Más a la izquierda, la parte dedicada al convento de monjas benedictinas. A la derecha, el exterior del claustro “gótico” o de las nereidas.
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Mucho antes del inicio de la dinastía de los Reyes Católicos en 1479, se empezaron a dar algunos pasos para acometer la reforma de las órdenes religiosas. En concreto, con ese fin se fundó el monasterio de San Benito de Valladolid en 1390. La comunidad que residía en él se caracterizaba por llevar una vida ejemplar, basada en una estricta observancia de la regla benedictina.
En este sentido destaca, en primer lugar, la concesión de la bula “Quanta in Dei Ecclesia” en 1487. En ella el papa Inocencio VIII exponía la urgente necesidad de la reforma en tierras gallegas.
El sistema era el de introducir monjes reformados en Samos tenía como finalidad que estos actuasen como maestros de los monjes residentes.
Parte dedicada al convento y el cruceiro que estuvo situado anteriormente en la plaza del pueblo.
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La reforma propiciada por los Reyes Católicos provocó el inicio de una etapa de prosperidad y desarrollo que dio paso a un nuevo proceso de renovación, tanto en el plano espiritual como en el material.
Vemos un indicador con la palabra portería. Al doblar la esquina nos vamos a encontrar con la imponente fachada de la iglesia y la entrada para los visitantes o portería.
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La fachada de la iglesia y, a la derecha, el camino empedrado que conduce a la portería. La alfombra como se verá no está siempre colocada ahí. En este caso, mes de mayo, corresponde (según creemos) a la celebración del aniversario de la segunda fundación del monasterio, el 5 de mayo de 1880, fecha en que llegaron a Samos dos monjes benedictinos para volver a establecerse en el monasterio de Samos después de la exclaustración de 1835, tras la Desamortización.
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En 1525, la situación económica de la comunidad era desahogada. Pocos años después “un voraz incendio redujo a cenizas casi todo el archivo y la mayor parte de la casa”. Sabemos que este contratiempo tuvo lugar en 1534. Poco a poco y según los recursos de los que disponían, fueron restaurando las dependencias más necesarias.
Desde la Av. Generalísimo o carretera LU-633 vemos la fachada y el muro que separa la plaza de la misma carretera.
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Hoy, noviembre, no hay alfombra. Nos acercamos a la fachada para observarla mejor. La fachada es barroca, de dos cuerpos y tres calles. “Falta” un tercer cuerpo, no se terminó. La escalera es del siglo XVIII, 1779, hecha a semejanza de la del Obradoiro de Santiago de Compostela.
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En los años sesenta del siglo XVI, se inicia la construcción de un nuevo claustro, el conocido actualmente con el nombre de claustro “gótico” o claustro de las Nereidas. Los trabajos comenzaron en 1562, tal y como está inscrito en una de las claves de la bóveda situada ante la puerta del actual refectorio. Sin embargo, sabemos que se prolongaron hasta el año 1582.
El nuevo claustro se adosó al muro sur de la vieja iglesia, buscando una comunicación directa con ella a través de la portada románica.
La escalera.
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Imágenes de San Benito, Santa Basilisa y San Julián. Cuatro columnas dóricas y el gran óculo central.
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El deseo de ampliar el monasterio cobró nueva fuerza a finales del siglo XVII, momento en el que se inició el proyecto más ambicioso de todos los realizados desde la anexión de Samos a la Congregación de Valladolid. Se plantearon la construcción de un tercer claustro, mucho mayor que cualquiera de los dos existentes, hoy conocido como claustro grande o claustro del padre Feijoo.
Imagen de San Julián, patrono del Monasterio.
La primera fase de construcción del nuevo templo, que comenzara con anterioridad a 1698, se prolongó unos 10 años. Tras varios años de paralización, la construcción de la nueva iglesia de Samos se reanudó en 1734.
El fin de las obras del claustro grande e iglesia, estaba condicionado por el derribo del viejo templo románico, hecho que tuvo lugar en 1746.
Imagen de Santa Basilisa, patrona del Monasterio.
En el ala suroeste se levantó una nueva portería, que es la que hoy en día se sigue utilizando, buscando posiblemente situar la entrada al espacio de culto y al monasterio en una misma fachada del conjunto.
El proyecto de ampliación planteado e iniciado a finales del siglo XVII, toca su fin cuando la comunidad asumió la construcción de la fachada principal del templo. Probablemente parte de ella ya estaba ejecutada al alcanzar el año 1748, fecha de la misa de bendición de la iglesia. Sin embargo, los trabajos debieron continuar en los años sucesivos, prolongándose hasta 1761.
Imagen de San Benito sobre la puerta de la fachada de la iglesia.
Desde la escalera.
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El primer tercio del siglo XIX estuvo marcado por una profunda recesión económica, consecuencia de los desastres derivados de la Guerra de la Independencia, de la pérdida de mercados y de las malas cosechas, principalmente. Los religiosos sufrieron los mismos avatares que toda la sociedad.
Durante la Guerra de la Independencia de España (1808-1814) los monjes de Samos ayudaron convirtiendo el monasterio en un hospital militar.
Ahora estamos en esta fachada, la noreste, del Monasterio en la que vemos en primer término, a la derecha, la sacristía de la iglesia y detrás de ella la cabecera y la cúpula de la propia iglesia.
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Si giramos la vista un poco a nuestra izquierda vemos toda esta fachada. En el centro de la imagen, parte inferior vemos la puerta de acceso al alberque de peregrinos del Monasterio y la gasolinera. En la esquina de la fachada que se ve más a la izquierda está el puente sobre el Río Oribio o Sarria que veremos en breve.
En 1809, se publicaba un decreto de supresión de todas las casas religiosas, quedando asimismo confiscadas sus propiedades. Aunque en Samos se mantuvo la vida en clausura, muchos monasterios de Castilla fueron suprimidos y algunos de sus monjes se refugiaron en Samos.
Una de las portadas de esta fachada noreste. Da acceso al museo del monasterio.
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La sombra de la exclaustración regresó pronto, con la aprobación del decreto de 25 de octubre de 1820, por el cual quedaban suprimidas todas las órdenes monacales. Por primera vez, los monjes de Samos se vieron obligados a abandonar su casa.
Tres años después los monjes pudieron volver al monasterio, tras la anulación por parte del rey de aquel decreto, el 20 de septiembre de 1823.
Este es el puente que acabamos de mencionar. El Río Oribio o Sarria discurre junto al muro de la siguiente fachada que vamos a contemplar, corresponde al exterior del llamado claustro grande o del padre Feijoo.
Sobre el puente y un banco de madera.
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La obra de construcción del claustro grande o del padre Feijoo se inició por la zona suroeste, la más próxima al río, como se ve. En este lienzo se dispuso la nueva portería del monasterio, con un gran arco de entrada al que se llegaba a través de un puente que cruzaba el río.
Hoy en día la portería construida en estos momentos, a finales del siglo XVII, en el ala sureste del claustro grande está tapiada por su cara exterior (como se puede ver en la parte inferior del muro), la que se abría al río. Su cierre y el traslado del puente que permitía llegar hasta ella (el puente en el que nos encontramos), unos veinte metros más arriba, fueron realizados cuando la comunidad decidió construir la portería actual pegada a la nueva iglesia.
Nos asomamos. Cerramos los ojos…
Y ya es primavera.
La vuelta a la normalidad de la vida claustral que se produjo en 1823, sin embargo, no duró mucho. A través de diversos decretos aprobados entre 1834 y 1835 se reactivó el proceso de supresión de los monasterios, preparando así el camino para la publicación de los dos decretos más devastadores de 1835 y 1836.
En el caso del monasterio de Samos, el cierre de la casa se produjo el 5 de octubre de 1835. Al cierre de los monasterios y la confiscación de sus propiedades, se sumó al año siguiente su puesta en venta en pública subasta.
Seguimos caminando por un paseo paralelo al río a lo largo de toda esta fachada, que sería la orientada al sureste. Desde aquí vemos algunas casas de Samos, el río y el puente desde el que hemos iniciado este recorrido circundando el Monasterio. En primer plano, la reconstrucción efectuada en el siglo XXI de un tramo desaparecido del antiguo acueducto que llevaba agua al monasterio.
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Vinieron años de soledad y abandono. El monasterio se quedó desamparado. Sin habitantes, no tenía quien se preocupase de su correcto mantenimiento. Tan sólo dos antiguos miembros de la comunidad pudieron permanecer en la casa, uno al frente de la iglesia y otro atendiendo la botica.
Entre 1848 y 1862 la situación del monasterio apenas cambió. Su destino estuvo en otras manos, las de la corporación municipal, que pobre en recursos sólo llegó a utilizar con fines públicos una de las antiguas dependencias monacales, la antigua sala capitular.
Reapertura de Samos como monasterio benedictino. La propuesta planteada por el obispo de Lugo al rey se aprobó a través de la Real Orden de 16 de Marzo de 1880, donde se permitía a los monjes benedictinos volver al monasterio de Samos.
A la izquierda de la imagen, fragmento del antiguo acueducto hoy conservado, con su arco de medio punto cruzando el río, y, en el centro, “debajo” del árbol, reconstrucción efectuada en el siglo XXI de un tramo desaparecido del mismo.
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De todos los abades que se sucedieron desde el regreso de los monjes a Samos en 1880, el que llevó a cabo una labor de recuperación más significativa, fue el P. Mauro Gómez Pereira. Con su nombramiento, el 5 de febrero de 1930, tenía lugar el inicio de una nueva y larga etapa de prosperidad. Durante sus 42 años de mandato se dedicó a tratar de mejorar la vida de la comunidad a nivel monástico, cultural y económico. Pero, sobre todo, se preocupó por intensificar las labores de reforma del monasterio, con el fin de que recuperase el esplendor de épocas pasadas.
Y continuamos caminando por este bonito paseo. A la izquierda del tramo del antiguo acueducto hoy conservado, el exterior del claustro “gótico” o de la nereidas y a la derecha, el exterior del claustro grande o del padre Feijoo.
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La reforma de la torre del reloj. Francisco Franco visita el monasterio en agosto de 1943. La primera noticia que se hizo pública fue la intención de la comunidad benedictina de homenajear a su hijo más ilustre, el P. Benito Jerónimo Feijoo, a través de la construcción de una estatua que habría de ubicarse en el centro del claustro grande. La obra se encargó al escultor gallego Francisco Asorey.
Franco, se dio cuenta de la ausencia del reloj en la torre que coronaba el encuentro de los dos claustros y se comprometió a regalar a la comunidad uno nuevo. El nuevo reloj fue terminado y colocado en la torre en julio de 1945.
La declaración del monasterio como Monumento Nacional.
El proceso comenzó a finales del año 1941. La declaración definitiva tuvo lugar el 29 de septiembre de 1944, con su publicación en el Boletín Oficial del Estado. De esta forma el monasterio se convertía en Monumento Nacional Histórico-Artístico como "Abadía-Monasterio Benedictino y cella visigótica de Samos".
Nos estamos aproximando al punto de partida de este recorrido circular por el exterior del Monasterio de Samos, vemos el puente sobre el Río Oribio o Sarria y a la derecha, el edificio del Ayuntamiento.
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Pero la estabilidad, el progreso y las mejoras a nivel cultural, económico y material conseguidas durante los últimos años del siglo XIX y a lo largo de toda la primera mitad del XX, tuvieron un contratiempo inesperado. El 24 de septiembre de 1951 el monasterio de Samos fue destruido, casi por completo, a causa de un violento incendio que, de forma accidental, se originó en la fábrica de licor que los monjes instalaran, no hacía mucho tiempo, en una dependencia del ala sureste del claustro grande. Este suceso dio inicio a un segundo y dilatado proceso de restauración.
La inauguración del monasterio reconstruido tuvo lugar el 14 de septiembre de 1960.
En el siguiente capítulo veremos el interior del monasterio.
Fin.
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