Visitamos
en Foz, en la Mariña Lucense, el antiguo Monasterio de San
Martín/Martiño de Mondoñedo.
En
esta Parte II, siguiendo el extraordinariamente detallado folleto
informativo que se facilita al visitante, haremos un recorrido por el
interior de la iglesia, destacando los canecillos y capiteles, el
retablo pétreo o Antipendium (hay
hipótesis que fechan su elaboración en el siglo IX, para conmemorar
el momento de consagración del templo como sede episcopal)
y las pinturas murales, datadas en los primeros años del
siglo XII (las únicas de esta época que se conservan en Galicia) y
en el periodo renacentista (s. XVI).
Nos
encontramos ante la catedral más antigua que aún se conserva en
España. Aunque se han hallado vestigios del siglo VI, la
construcción del templo actual se data entre los ss. IX y XII,
circunscribiéndose dentro del románico más primitivo, con
características más propias del románico del Pirineo catalán que
del románico compostelano propio de Galicia.
Click Aquí para ver la Parte I: Exterior, Fachadas e Historia del monumento.
Click Aquí para ver la Parte I: Exterior, Fachadas e Historia del monumento.
Coordenadas
de situación de Foz
en
Galicia. Amplíe el mapa y llegará a la
Basílica de San Martín/Martiño de Mondoñedo: 43.561046, -7.303091
Iniciamos
la visita. En primer lugar haremos un recorrido por las naves de la
iglesia y después nos centraremos en los capiteles, el retablo
pétreo o Antipendium y las pinturas murales, que son objeto de un
detallado tratamiento en el folleto informativo. Los textos en
cursiva han sido extraídos de dicho folleto.
Plano
de la iglesia impreso en el folleto.
Nos
situamos de espaldas a la puerta de acceso del muro oeste, el que da
a la fachada principal.
Leemos
en el folleto:
El
templo cumple las características del primer románico: planta
basilical, dividida en tres naves con crucero, rematadas en tres
ábsides semicirculares poco desarrollados en la cabecera. La
cubierta es un sencillo armazón de madera, sostén de un tejado que
es de dos aguas en la nave central (más elevada que las laterales) y
de una sola vertiente en las laterales. Los muros son gruesos y
sólidos, solamente interrumpidos por las estrechas y alargadas
aberturas que se abren en él para dar forma a las ventanas,
rematadas todas ellas en arcos de medio punto.
Las
naves están separadas entre sí por pilares cruciformes sin ningún
tipo de decoración. Los arcos son de medio punto, algo rebajados. En
el crucero se erige una sencilla bóveda de ladrillo sostenida por
cuatro trompas, que probablemente se construyó para sustituir al
cimborrio original, posiblemente derruido.
Miramos
a nuestra izquierda, hacia la esquina de los muros sur y oeste.
Podemos
observar, pegadas al muro, unas columnas adosadas, que ni llegan a lo
alto ni están coronadas por capiteles, lo que podría indicar, sin
duda, el arranque de la cubierta en el templo primitivo.
Seguimos
en el muro oeste, puerta principal, la que da a la fachada principal.
A
la izquierda, la puerta de acceso a la torre.
Este
es uno de los tres canecillos que hay en el interior de la iglesia.
El folleto informativo se refiere a los mismos:
Junto
a la puerta principal y en el muro de la nave izquierda nos fijamos
en los canecillos (ver * en el plano) que hay en su interior, con
escenas de explícito contenido sexual, muy habituales en el
románico.
Ahora
vemos el inicio del muro sur. Parece que aquí hubo en algún momento
una escalera. Hay restos de pnturas.
En
esta parte del muro sur hay algunos restos arqueológicos y el
sepulcro y estatua de San Gonzalo.
Sepulcro
de San Gonzalo.
Estatua
de San Gonzalo. En la Parte I, dedicada al exterior de la iglesia y
al repaso breve de la historia del monumento, se puede leer la
Leyenda de San Gonzalo y el Milagro de las Naves. Click Aquí.
Y
seguimos leyendo el folleto informativo:
El
báculo y el anillo de San Gonzalo son las reliquias más veneradas
del Obispo Santo.
El
báculo se encontró la primera vez que se abrió el sepulcro de S.
Gonzalo, en 1648, la vara mide casi metro y medio de largo y
termina en un mango en forma de espiral, rematado con una cabeza de
animal que sostiene una bola en su boca. Esta parte es de cobre y en
ella aún se conservan restos de esmaltes.
El
anillo se encontró en el mismo sepulcro en 1914. Es de oro y lleva
una pieza de cuarzo sujeta por cuatro cabezas de ave, con brillantes
diminutos en lugar de ojos. En su interior contiene la siguiente
inscripción: “NOLO ESSE DATUS NEQUE VEMUNDATUS”, que quiere
decir “no quiero ser dado ni vendido”.
Se
cree que ambas piezas pertenecen al s. VIII, aunque hay algunos
autores que incluso las datan en el s. VI.
Dejamos
esta parte de la nave sur atrás...
...y
continuamos.
Tejado
a una vertiente sobre la nave lateral sur.
Tejado
a dos aguas sobre la nave central, más elevada que las laterales.
Nos
acercamos al ábside sur.
Ábside
sur, ricamente decorado con pinturas murales, a las que nos
referiremos más tarde.
Ahora
vamos a ver la nave central.
Pilar
cruciforme.
Ábside
central, en el que se encuentra el retablo pétreo o Antipendium, que
veremos más tarde.
Ahora
nos desplazamos hasta la nave lateral norte, en la que está situada
la puerta de acceso diario a la iglesia.
Cubierta
a una vertiente de esta nave.
Podemos
observar, pegadas al muro, unas columnas adosadas, que ni llegan a lo
alto ni están coronadas por capiteles, lo que podría indicar, sin
duda, el arranque de la cubierta en el templo primitivo.
Hemos
mencionado al recorrer el muro oeste la existencia de tres canecillos
en el interior del templo. En este muro sur se encuentran los otros
dos. El folleto informativo nos habla de ello: Junto a la puerta
principal y en el muro de la nave izquierda nos fijamos en los
canecillos (ver * en el plano) que hay en su interior, con escenas de
explícito contenido sexual, muy habituales en el románico.
Continuamos
el recorrido por esta nave norte.
Nos
vamos aproximando al ábside.
Ábside
norte. Los tres ábsides tienen un tramo con bóveda de cañón y
otra parte con bóveda de cascarón (o de horno).
Como
se ve el ábside está profusamente decorado con pinturas murales.
Más tarde nos centraremos en ellas.
Ahora,
siguiendo el epígrafe 6 del
folleto informativo, titulado Decoración
escultórica interior,
vamos a ver los capiteles.
La
escultura de San Martiño manifiesta su valor en los capiteles de sus
columnas, verdaderas lecciones de conducta cristiana, creadas para
transmitir a los fieles la condena del pecado a través de explícitas
escenas alegóricas, dotadas de una gran fuerza simbólica en la
composición de sus formas.
El
plano de la iglesia nos ayuda a situar cada uno de los capiteles que
vamos a ver.
Recordamos
que los textos que siguen, en cursiva, han sido extraídos del
folleto informativo:
Vamos
a comenzar nuestro recorrido por la columna izquierda del crucero. A
primera vista podemos distinguir dos sencillos capiteles con
decoración vegetal (capiteles 1 y 3); entre ambos hallamos un
curioso capitel (n.º 2), éste decorado con herrajes románicos, con
grandes espirales como las de las verjas del s. XII que cerraban
algunos de los templos de la época, quizá también el de San
Martiño.
Capitel
1.
Capitel
2.
El
último capitel de esta columna, el n º 4, representa una escena en
la que un hombre tira de un caballo por el ramal, mientras que,
detrás, otro individuo levanta su mano derecha mientras coloca la
otra sobre el cuerpo. Se ha interpretado como una composición de
caza, basándose en la hipotética presencia de un cuerno que hoy no
existe.
Capitel
4.
Capiteles
4
(Izquierda) y 3.
En
la columna de la derecha, justo enfrente de la cacería (capitel n.º
6), se representa una alegoría de la Lujuria; en ella podemos
distinguir un animal con cabeza de hombre acompañado de una
mujer ricamente ataviada, con abultados pechos, de los que se
amamantan unos sapos.
En
el centro, el águila de S. Juan, que puede significar la Ley de
Dios, como advertencia para quien cometa pecado; y, en el extremo
derecho del capitel vemos representada una sirena, con las manos
sobre el vientre, grandes pechos y larga melena.
Capiteles
6
(Derecha) y 7.
El
capitel contiguo, el n.º 7, nos narra de forma desarrollada el
sacrificio de S. Juan Bautista: muestra a tres personajes sentados a
la mesa del banquete, repleta de manjares. A la derecha S. Juan
siendo degollado, vestido con ornamentos sacerdotales, y a la
izquierda de la escena, Salomé entrega su cabeza a Herodes en una
bandeja.
Capiteles
6
(Derecha) y 7.
La
parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro se plasma sobre el
capitel n.º 8. En él, el mendigo Lázaro, está echado en el suelo,
con un perro lamiendo sus llagas, mientras que Epulón y sus amigos,
todos ellos luciendo ricas vestiduras, disfrutan de los manjares de
la mesa.
Capitel
8.
La
imagen del capitel n.º 5, una osa y una vaca paciendo juntos sobre
un conjunto de hojas, parece escenificar la parábola del profeta
Isaías sobre el reino mesiánico, en el que dice habitarán juntos
el lobo y el cordero.
Capitel
5.
Ahora
nos daremos la vuelta y nos situaremos al otro lado del pasillo,
justo enfrente de la columna que acabamos de visitar. Allí, sobre
una pilastra adosada al muro, podremos contemplar una representación
del Pecado Original (n.º 9): un hombre y una mujer, supuestamente
Adán y Eva, son devorados por dos leones que se yerguen de forma
amenazante frente a ellos. En el centro de la imagen, podemos
observar a la serpiente enroscada a una representación, muy
simplificada, del Árbol del Paraíso.
Capitel
9.
Continuamos
nuestro viaje, y en el altar nos detendremos para contemplar los dos
últimos capiteles de la visita. En el capitel que corona la columna
de la derecha (n.º 10) vemos a dos hombres inclinados sujetando una
espada; los dos comparten una misma cabeza al coincidir la
figura de ambos con la esquina de la pieza. A su derecha, dos leones
enzarzados en plena lucha y, sobre ellos, una cabeza humana de la que
salen unas serpientes.
Capitel
10.
(Nota: Como ya habrá apreciado el lector, la calidad de la imagen es
escasa. Desde aquí humildemente le sugerimos que visite
personalmente este fabuloso monumento y aprecie in situ la riqueza de
estos capiteles).
A
la izquierda del altar (capitel n.º 11), un hombre armado con una
lanza se enfrenta a un grifo de potentes garras y enormes alas. A su
lado, otro personaje se cubre el cuerpo con los brazos y, tras él,
podemos distinguir un animal que parece ser una pieza de esa cacería.
Capitel
11.
(Nota: Aplíquese la nota de la imagen anterior).
Y
ahora nos dirigimos al ábside central. Atendemos a las explicaciones
contenidas en el epígrafe 7 del folleto informativo titulado Retablo
pétreo o Antipendium:
Mención
especial merece el retablo labrado en piedra caliza que preside el
altar mayor. Este retablo constituye una pieza única. Hay hipótesis
que fechan su elaboración en el siglo IX, para conmemorar el momento
de consagración del templo como sede episcopal.
El
retablo está constituido por dos piezas desiguales (1,13 y 0,82 m.
de ancho) perfectamente unidas. En él se representa la
jerarquización de la Iglesia y su misión evangelizadora en el
mundo.
Presidiendo
la escena, se encuentra Jesucristo en majestad, enmarcado en una
aureola sostenida por dos ángeles, uno
vestido con casulla (significa el orden y potestad de celebrar la
Misa y administrar los demás sacramentos) y otro con capa pluvial
(es el símbolo de la potestad de jurisdicción. La de orden es
perpetua, mientras que la de jurisdicción no se tiene siempre.
Ambos
poderes se reunen en la figura del obispo diocesano), con sus bocas
entreabiertas, elevando sus cantos al Redentor. Cristo, desde el
trono, observa a su Iglesia; está vestido con ropajes sacerdotales y
bendiciendo a la manera oriental (con el pulgar, el índice y el
corazón levantados). Como diadema se puede ver como asoman por
detrás de su cabeza los tres brazos de la cruz.
A
su izquierda, también en la mitad superior, podemos
observar otra aureola, ésta más pequeña, que contiene esta vez en
su interior el Cordero Pascual, o Agnus Dei, sosteniendo un ástil
rematado por una cruz, en clara alusión al sacrificio de Cristo por
la Redención de los hombres.
Debajo
del Cordero vemos un águila con las alas extendidas y la cabeza
ladeada,como símbolo representativo de la labor evangelizadora de
San Juan, ejemplo a seguir por toda la comunidad eclesiástica.
En
la mitad inferior del retablo, más reducida en altura,
inmediatamente debajo de la figura de Jesucristo, aparece la imagen
de un sacerdote o prelado, que bien pudiera encarnar a S. Pedro como
fundador de la institución eclesiástica y primer Papa.
A
ambos lados de esta figura se repiten dos escenas semejantes: dos
personajes alados, vestidos con ropas sacerdotales, parecen
transmitir a otros dos sacerdotes sus poderes de orden y
jurisdicción, respectivamente. Estos poderes ya están representados
en los personajes alados que sostienen la aureola de
Jesucristo. Las figuras investidas no tienen alas y mantiene la
cabeza exageradamente inclinada en señal de respeto y sumisión a
las autoridades superiores. Como bien puede interpretarse, el
conjunto del retablo representa a la Iglesia como jerarquía, con
Cristo como cabeza visible y fundador de la misma y, bajo su amparo,
todos sus sucesores, encargados de crear su Iglesia y transmitir sus
enseñanzas.
Continuamos
ahora con el epígrafe 8,
titulado
Pinturas murales:
San
Martiño cuenta con un nutrido conjunto de pinturas murales, cuya
periodización se extiende entre los siglos XII y XVI. Podemos
encontralas concentradas en la cabecera del templo, en las
capillas laterales (áreas A y C del plano), el muro sur (área D) y
el cimborrio (área B).
Una
vez más, el plano de la iglesia.
En
los años 2007-2008 se inició una campaña de rehabilitación que
incluyó la restauración de la totalidad de los frescos de la
basílica. Durante la intervención se consolidaron las pinturas que
ya estaban a la vista y se descubrieron nuevas escenas que se
encontraban ocultas bajo los encalados.
Se
recuperó una importante e inédita superficie policromada, situada
en la cúpula del cañón que cubre el ábside sur y en el muro anexo
(áreas C y D en el plano), datadas en los primeros años del s. XII.
Son las únicas pinturas de esta época que se conservan en Galicia.
Las
pinturas de los ábsides se corresponden con el período renacentista
(s. XVI).
En
el conjunto mural de esta capilla (ver C en el plano), están
representadas las siguientes escenas, de izquierda a
derecha: en primer término podemos ver la representación del
profeta Habacuc, llevado por el ángel al foso en el que está preso
el profeta Daniel, que no aparece.
La
siguiente escena muestra a San Joaquín y a Santa Ana abrazándose
ante la Puerta dorada, con un ángel sobre sus cabezas. Al fondo, una
diminuta ciudad, que puede ser una reinterpretación atípica de
Jerusalén.
Al
otro lado de la ventana del ábside, nos encontramos con un personaje
barbado, ricamente vestido y sosteniendo un arpa, en lo que parece
ser una representación del Rey David.
En
la bóveda de esta capilla podemos contemplar una imagen del Padre
Eterno, acompañado por Helías, Moisés, Abraham y David, figuras
bíblicas que tuvieron una especial relación con Dios.
En
el muro de esta misma nave (área D), además de las pinturas
recuperadas pueden verse registros de épocas posteriores. Una de
estas escenas refleja un fragmento de la resurrección de Lázaro. En
el segundo registro se puede ver la celebración de un
banquete, que podría ser la interpretación de la parábola del rico
Epulón y el pobre Lázaro, ya desarrollada en uno de los capiteles
del templo (ver n.º 8).
La
escena superior representa a los Reyes Magos a caballo camino de
Belén para adorar al Niño. De la época en que los Franciscanos
ocuparon el cenobio (primera mitad s. XV), data la Santa Bárbara que
podemos observar sobre estas pinturas.
El
ábside izquierdo (área A) se puede ver la representación de la
Crucifixión de Cristo. En la escena pueden verse parte de las cruces
de los ladrones sacrificados con Jesús. A los lados, la Virgen y San
Juan acompañan al Cristo; con Jerusalén al fondo.
Las
pinturas del cimborrio (área B) fueron hechas al concluir las
restauraciones del siglo XIX por un pintor foráneo. Alrededor del
óculo central se distinguen las imágenes de unos querubines y un
sol haciendo alusión a la luz celestial.
Y
aquí termina nuestra visita a la Basílica de San Martín/Martiño
de Mondoñedo, en Foz, provincia de Lugo.
Fin.
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