Hoy visitamos en Celanova, al suroeste de la Provincia de Ourense, el Monasterio de San Salvador. Partiendo de la Plaza Mayor haremos un recorrido por el exterior de los muros del Monasterio, veremos la monumental Iglesia Barroca y pasando por la Portería accederemos al Claustro de las Procesiones. Desde allí la escalera abacial nos conducirá otra vez a la iglesia y su coro alto. Finalmente veremos la Capilla Mozárabe de San Miguel Arcángel.
Coordenadas de situación de Celanova en Galicia. Amplíe el mapa y llegará al Monasterio de San Salvador de Celanova: 42.151982, -7.957246
Al final de esta entrada, el mapa con las coordenadas de los puntos desde donde se tomaron todas las fotografías.
En este enlace pueden verse nuestras visitas al municipio de Celanova: Click Aquí.
Nota: Los textos que figuran en cursiva han sido extraídos del libro titulado Monasterios de Galicia, de Editorial Everest, 1983, del erudito pontevedrés D. Hipólito de Sá Bravo.
Nota 2: Lamentablemente no pudimos acceder a partes del interior del Monasterio de gran interés como el claustro denominado del Poleiro, neoclásico, y también el refectorio o la biblioteca. La visita guiada no los enseña.
Exterior del Monasterio.
Empezamos pues el recorrido por las fachadas exteriores del Monasterio en la Plaza Mayor, en la fuente o “pilón”.
Aquí las palabras de D. Hipólito de Sá sobre la historia del Monasterio:
La villa de Celanova es uno de tantos pueblos de Galicia que se formaron alrededor de una fundación monacal. Su plaza mayor se cierra majestuosamente por uno de sus lados con las fachadas de la iglesia y la del Monasterio, y en ella está la fuente cantarina que ocupaba el centro del claustro de las procesiones. Una fuente monacal, que evoca la fuente pontevedresa del cantar:
Pontevedra e boa vila,
Da de beber a quen pasa,
A fonte na Ferrería,
San Bartolomé na plaza.
Plaza Mayor de Celanova y la fuente.
Al visitar Celanova conviene recordar que el surtidor de agua que cae mansamente sobre los tazones de la fuente de la plaza de la Villa (A Vila) guarda en sus piedras la memoria de los monjes benedictinos, a cuya memoria está ligado el origen y el desarrollo de la vida e historia del pueblo, desde que San Rosendo, el obispo y monje de sangre real, después de restaurar la vida monacal en el antiguo Monasterio de Caaveiro, siendo obispo de Dumio, determinó erigir otro Monasterio en el lugar de Vilar, situado en tierras del patrimonio familiar cedido por su hermano el conde Froilán Gutiérrez, trayendo para la fundación monjes del Monasterio de Ribas de Sil bajo la autoridad del Abad Franquila.
Años más tarde San Rosendo, renunciando a la Sede Episcopal de Compostela, se acogió al Monasterio de Celanova del que fue abad desde el año 959, fecha de la muerte del Abad Franquila, hasta el 977 en que murió.
La fuente está situada junto a la fachada principal de la iglesia del Monasterio.
Gloriosos los principios del Monasterio celanovense, ya que sus dos primeros Abades figuran en el catálogo de los Santos: Franquila y Rosendo. En él pusieron todo su interés Ilduaria, madre de San Rosendo, y sus hermanos Froilán, Muñoz y Adosinda, dejando al morir la mayor parte de sus bienes al Monasterio fundado por San Rosendo.
Caminamos por la Plaza Mayor.
Los reyes de León y Castilla lo protegieron con privilegios y exenciones y al mismo tiempo contra las usurpaciones y abusos cometidos por los nobles y grandes señores de las tierras orensanas.
De aquí que en los años de revuelta tuviese el Monasterio su Pertiguero, cargo similar al que determinados señores desempeñaban en la catedral de Santiago, y cuya misión era la defensa de los bienes y derechos del Monasterio.
Salimos de la Plaza Mayor, junto a la Portería del Monasterio, a la que más tarde volveremos, y enfilamos la Calle de la Botica.
Con motivo de la reforma monacal, el Monasterio de Celanova se unió a la Congregación de San Benito el Real de Valladolid, en el año 1506, comenzando una nueva vida para el Monasterio. A los años de relajación siguieron años de prosperidad y estudio, renovándose con nuevas obras todas las dependencias del Monasterio, al mismo tiempo que se construyó una nueva iglesia.
Calle de la Botica. Esta es la parte del Monasterio donde está el Claustro del Poleiro, hoy ocupado por un Instituto de Enseñanza.
Con la exclaustración los monjes abandonaron el Monasterio, estableciéndose en la iglesia la parroquia de San Verísimo mientras el Monasterio fue destinado a cuartel, cárcel, casa consistorial, escuelas públicas y otros servicios, vendiéndose en subasta pública las tierras y propiedades de la cerca monacal, a la vez que desaparecían la documentación de su archivo y los libros de su biblioteca.
Fachada sur. A la derecha, la Alameda.
Quedaron en el pueblo algunos de los monjes exclaustrados, atendiendo algunas parroquias del contorno, y sobre todo los que durante varios años estuvieron al frente de la botica que tenían y regentaban los monjes.
Todavía queda en Celanova su recuerdo en la conocida Calle de la Botica. Sus últimos boticarios fueron, después de la exclaustración, los monjes Fr. Franquila Abraldes, muerto en 1834, y Fr. Froilán Cid. A la muerte de éste se cerró la Botica y el expolio que en ella se hizo fue total.
Calle de la Botica, a la izquierda.
En el año 1869 fue cedido el desaparecido Monasterio a los PP. Escolapios, que fundaron en él un colegio cuya proyección en toda Galicia fue extraordinaria por el número de alumnos que allí se formaron.
En el año 1929 abandonaron los Escolapios Celanova, a los que sucedieron los PP. Agustinos, por muy poco tiempo, al frente de un colegio que pronto se cerró. Después los años de la guerra civil y las diversas instalaciones que tuvo hasta el momento actual, en que tenemos allí las dependencias del ayuntamiento, juzgado, casa parroquial y un colegio de formación profesional.
Imagen tomada en invierno con los plátanos de la Alameda recién podados.
La Alameda.
Al final de la Alameda están las escaleras que bajan al Paseo das Triguerizas. Ya divisamos la parte este del Monasterio.
Estamos ahora junto a la fuente que hay en el Paseo das Triguerizas.
Fachada este del Monasterio.
Al fondo, la Alameda y las escaleras a las que ya nos hemos referido.
Siguiendo por la fachada este, a la izquierda la antigua cocina del Monasterio y su chimenea. A la derecha, el remate de la cúpula de la iglesia.
Y un poco más allá vemos la Capilla mozárabe de San Miguel, a la que volveremos más tarde. También, el remate de la cúpula de la iglesia.
Ahora estamos en la fachada norte del Monasterio que es la de su iglesia. Vemos sus contrafuertes. Entramos desde la Calle Emilia Pardo Bazán.
Aprovechamos el momento para tomar un café en tan extraordinario lugar.
Parece que este muro del crucero de la iglesia alguna vez tuvo acceso desde aquí antes de ser tapiado.
A escasos metros está la Plaza Mayor, a la que volvemos para visitar la iglesia.
San Benito, en el centro. San Rosendo, derecha. San Torcuato, izquierda.
El escudo abacial bajo una espectacular corona vaciada preside el edificio. Más tarde, ya en el interior, nos referiremos al escudo con algún detalle.
Entrada en la iglesia. Trascoro.
Puertas de acceso al coro, del siglo XVIII. Imágenes de San Pedro y San Pablo, la Virgen María y San Juan.
Coro bajo, de estilo barroco, de finales del siglo XVII, obra de Castro Canseco.
Otra vista del coro bajo de la Iglesia.
Coro bajo. Detalle. Se reproducen escenas de la vida y milagros de San Rosendo y San Benito.
Pila Bautismal.
Nave lateral de la izquierda o norte.
Los distintos retablos situados en la iglesia son los de la Crucifixión, el de la Inmaculada Concepción, el de San Benito, el de San Rosendo y el de Santa Escolástica.
Retablo situado en el crucero, parte sur.
Retablo situado en el crucero, parte sur. Junto a la puerta de acceso a la iglesia desde el Claustro de las Procesiones o Barroco.
Retablo situado en el crucero, parte norte.
Volvemos a escuchar a D. Hipólito de Sá:
Planta de cruz latina con tres naves en el eje mayor y una transversal formando crucero, cubiertas con bóvedas de arista y artesón de piedra de maravillosa grandiosidad. Grandes pilastras separan las naves y sostienen el amplio cornisamiento, sobre el que se extiende una balconada a lo largo de toda la iglesia. Cúpula en forma de media naranja, con linterna de cuatro ventanas, ornamentada con guirnaldas que separan los tramos adornados con escudos, similares a los que hay en las pechinas.
Retablo y Altar Mayor.
La Cúpula.
Vidriera en el Altar Mayor. San Verísimo, izquierda, y San Rosendo.
Destaca la grandiosidad y exuberancia barroca del retablo del altar mayor, en el que están las urnas que contienen las reliquias de San Rosendo, fundador del Monasterio, y San Torcuato, obispo de Guadix. Un conjunto único, porque a la profusión ornamental une la maestría de los cuadros de alto relieve de los intercolumnios y la colección de pequeños cuadros de alabastro, que se ven en los basamentos con representaciones de escenas de la vida de Cristo.
Una de las dos urnas de plata en donde se guardan las reliquias de San Torcuato y San Rosendo. En la parte superior la talla de San Rosendo sobre una vieira, también tallada.
Esculturas de alabastro que representan distintos pasajes de la vida de Jesús. Están situadas en la base del baldaquino.
Baldaquinos Gallegos. Filgueira Valverde y Fernández-Oxea, 1987, pag. 166:
El retablo mayor integrado en el opulento conjunto barroco del interior de la iglesia del monasterio de Celanova será obra, de comienzos del XVIII, atribuible a Castro Canseco, a quien se deben el coro bajo y retablos laterales (De Sa).
En él la “gruta” aparece flanqueada por altas columnas salomónicas, que se repiten como soportes de un falso baldaquino con sumario entablamento roto y corta pìrámide superior. Cobija un ciborio, que es expositor y sagrario, análogo a otros muchos que centran retablos principales, pero muy rico, como todo el conjunto.
La cúpula y la bóveda vistas desde el Altar Mayor.
Bajamos la vista y vemos el coro bajo, otra vez, ahora también desde el Altar Mayor.
Salimos de la iglesia y recorremos por la Plaza Mayor los escasos metros que nos separan de la antigua portería, a la derecha de la imagen.
Interior del Monasterio.
Portería, con artesonado de casetones de piedra. Entrada al Claustro de las Procesiones.
La puerta principal del Monasterio, correspondiente a la antigua portería, comunica con el claustro procesional, llamado también claustro viejo, comenzado a construir en 1550 según los planos de Juan de Badajoz. El lienzo oriental, así como la cocina y el refectorio se terminaron en 1564, y el del sur se hizo entre 1580 y 1586, colocándose entonces la fuente que ahora está en la plaza de la Villa.
Entramos en el Claustro. Vista del lado este desde la esquina suroeste.
Planta cuadrada con dos cuerpos, el inferior del siglo XVI, arcos de medio punto separados por pilastras y bóvedas de crucería con bustos en las ménsulas de los arranques de los nervios, y en el superior la renovación total dentro de la traza barroca que, en el siglo XVIII, le imprimió el monje Fr. Plácido Iglesias, modificándolo por la profusión ornamental de gárgolas, pináculos, barbacana, placas y recuadros en todo el conjunto de las ventanas y balcones de cada lienzo.
Lado sur del Claustro.
Caminamos por este lado sur y nos volvemos un momento. A la izquierda, la portería.
La torre y la cúpula de la iglesia.
Lado este.
La enorme chimenea que está en lo que eran las antiguas cocinas, a las que se accede desde el lado este.
Parte norte del Claustro con esculturas de Reyes y también de los distintos Abades del Monasterio. Vista desde la esquina del claustro desde la que se accede a la escalera abacial y también a la Capilla de San Miguel.
Desde esta misma esquina, el escudo monacal, que ya vimos en el exterior, en la fachada de la iglesia.
Otra vista de esta parte norte.
Medallón con el busto de Carlos V.
Gárgolas decorativas en la parte superior del Claustro, de estilo Barroco.
Detalle del reloj de sol.
Estamos ahora ya en la parte considerada la más antigua del Monasterio, de época románica, junto a la puerta que entra desde el claustro a la escalera abacial. Desde aquí nos dirigimos al acceso a la Capilla de San Miguel o bien a nuestra izquierda podemos subir por la escalera.
Marcas o firmas que hacían los maestros canteros para identificar una obra como suya. Junto a la escalera, entrando desde el Claustro.
Al lado de la puerta que accede al exterior, a la Capilla de San Miguel, lápidas apartadas de otros lugares del Monasterio, una con escudo militar y la otra con báculo de religioso.
Estatua que se cree que podría ser de San Rosendo.
Salimos al exterior. Capilla de San Miguel Arcángel.
Exterior de la capilla.
La roca que se ve en primer término se cree que estaba dedicada a sacrificios, en época precristiana. Después, era utilizada como altar para lo que se hizo un hueco en la piedra para sostener la Cruz.
Detalle exterior de la ventana posterior.
Detalle exterior de la ventana anterior.
Inscripción grabada sobre el dintel de la puerta de la capilla, en la que Froilán, hermano de San Rosendo, insta a quien lo lea que le incluya en sus plegarias. Es la oración que podemos leer en la placa que hemos visto algo más arriba.
Pasamos al interior.
Arco de herradura.
Bóveda.
Arco de herradura y ventana de la parte posterior. La entrada, a la izquierda.
Una última vista de la Capilla de San Miguel. Volvemos al interior del Monasterio.
Ahora subimos la escalera abacial que nos conduce al primer piso del Claustro Procesional. Desde allí volveremos a entrar en la iglesia para ir a ver la parte de la misma donde se encuentra el coro alto.
En la escalera abacial, vista del Claustro de las Procesiones.
Escudo del Monasterio, en la Escalera. Tiene la terminación en cuatro puntas que le confiere la categoría de Catedral aunque hoy no tenga ese estatus.
Transcribimos aquí el comentario sobre el escudo recogido en: Antiguas boticas españolas y sus recipientes, pags. 173-174. Coord., José de Vicente González. Tresctres Editores, 2009:
El escudo monástico. Interpretación heráldica.
Tomando como ejemplo el magnífico escudo, tallado en granito, que se encuentra en el frente sur de la gran escalera abacial, podemos observar que dentro de su contorno ovalado hay una cruz flordelisada, que presenta cierta similitud con las de Alcántara y Calatrava; y debajo de sus brazos hay un espejo y un compás. El escudo está timbrado por un capelo con dos cordones, uno a cada lado, de diez borlas, dispuestas, 1, 2, 3 y 4.
Consta, además, de una espada y un báculo acolados por detrás y cruzados en aspa o sotuer.
El escudo del monasterio es pródigo en manifestaciones emblemáticas. Aunque se trata del mismo blasón, a lo largo del cenobio aparecen distintas versiones, que podemos observar en su escalera abacial, claustro procesional, iglesia o fachada principal.
El escudo se puede identificar con la figura de San Rosendo. El capelo y las borlas se corresponden con la dignidad eclesiástica de un arzobispo.
Escalera abacial, comunica los dos pisos del Claustro Procesional o Barroco. En mitad de la Escalera está la puerta por la que se accede a la iglesia.
Volvemos a entrar pues en la iglesia y…
Vista desde el coro alto. El coro alto es de finales del siglo XV.
El órgano, barroco, de 1710, aunque con sucesivas reformas y mejoras. Sonaba en el momento de nuestra visita nada menos que el Ave María. Había una boda.
El coro alto y en el centro un libro de coro.
Celosía de un asiento de este coro antiguo que se trasladó a la parte alta de la Iglesia. Se ve un motivo judío por lo que se cree que en aquella época los judíos vivían ocultos de las autoridades dado que se había decretado su expulsión.
Ha llegado la hora de terminar nuestra visita al Monasterio de San Salvador de Celanova.
Fin.
P.D. Una breve nota de D. Hipólito de Sá sobre el claustro que no pudimos visitar:
El segundo claustro, más sencillo, fue construido entre los años 1611 a 1722, y tiene también dos cuerpos. En el inferior, bajo la techumbre de tres lados, el espacioso balcón, conocido con el nombre de Poleiro, que daba entrada a las celdas de los novicios, y en el superior ventanas con dinteles semicirculares. Este claustro comunica con la fachada sur del Monasterio y a él se abrían las dependencias de la antigua hospedería, de la enfermería y del lugar donde estuvo la primitiva botica monacal, abierta también para servicio de los vecinos de la Villa y de los pueblos limítrofes.
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