Estamos en la Ribeira Sacra, en la parte de la misma que pertenece a la provincia de Lugo. Visitamos el Monasterio Femenino Cisterciense de San Salvador y Santa María de Ferreira de Pantón. Conserva la iglesia románica (siglo XII), su único claustro es renacentista y la fachada se edificó en el siglo XVIII. Otras dependencias destacadas son la Casa das Donas y la Hospedería.
Coordenadas de situación de Pantón en Galicia. Amplíe el mapa y llegará al Monasterio de Santa María y San Salvador de Ferreira de Pantón: 42.508268, -7.619732
Nota: Los textos que figuran en cursiva han sido extraídos del libro titulado Monasterios de Galicia, pags. 51 a 56, de Editorial Everest, 1983, del erudito pontevedrés D. Hipólito de Sá Bravo.
Nota 2: También en cursiva hemos extraído textos de la Profesora Dª Teresa Claudina Moure Pena cuya Tesis Doctoral, año 2015, lleva por título: Los Monasterios Benedictinos Femeninos en Galicia en la Baja Edad Media: Arquitectura y Escultura Monumental. La autora es Licenciada en Geografía e Historia (Universidad de Santiago de Compostela). Especialidad de Historia del Arte Antigua y Medieval y de Museología.
Iremos especificando qué textos pertenecen a cada uno de los dos autores.
En los siguientes párrafos seguimos el relato histórico que hace D. Hipólito de Sá:
Para algunos historiadores, la denominación de Rivera Sagrada, que se aplica en algunos documentos a las márgenes del río Sil, dentro de la comarca comprendida entre Amandi y las fundaciones de los Monasterios de San Esteban de Ribas de Sil y Santa María de Montederramo, podría extenderse también históricamente a la comarca del río Miño, próxima a la confluencia de los ríos Sil y Miño, en la que entra la tierra de Pantón, rica y distinguida artísticamente por el número de pequeños Monasterios que en ella hubo. Pombeiro, Eiré, San Fiz de Cangas, San Esteban de Atán, Santa María de Pesqueiras y Santa María de Ferreira de Pantón, el único Monasterio que, como recuerdo de un pasado, todavía queda rememorando en Galicia la vida de oración, trabajo y penitencia de las religiosas cistercienses.
En la cabeza del ayuntamiento de Pantón, por donde pasa la carretera que desde Orense, por los Peares, conduce a Monforte de Lemos, está el Monasterio de Ferreira de las Monjas cistercienses, actualmente perteneciente a la Federación Cisterciense de la Regular Observancia de San Bernardo de España, que tiene como sede el Real Monasterio de Las Huelgas, de Burgos.
Desde el aparcamiento, ya dentro de la propiedad del Monasterio, declarado Bien de Interés Cultural el 17 de octubre de 1994. A la izquierda la iglesia, también la fachada principal, el torreón y a la derecha la hospedería.
La visita al pequeño Monasterio de Pantón despierta el interés por conocer el historial de las fundaciones monacales existentes, en lejana antigüedad, en el ángulo suroeste de la provincia de Lugo, marcado por los cursos de los ríos Sil y Miño.
A la izquierda de la imagen, la Casa das Donas, edificación que acogía a las damas de la nobleza que se disponían a tomar los hábitos.
La fundación del Monasterio de Ferreira de Pantón está vinculada a la memoria de la Condesa doña Fronilda de Lemos, aunque no falten autores que lo crean de fundación anterior, siglo XI o finales del X, y que, ante el estado de pobreza y estrechez de la iglesia y de los pocos medios con que contaba el cenobio, la piadosa condesa emprendió la restauración y con ello su incorporación a la Orden del Císter, que fue en el año de 1175, fecha que suele señalarse como la de fundación, cuando en realidad es la de su agregación a la reforma del Císter, que ya contaba en Galicia con los Monasterios de Oseira, Sobrado, Meira, Monfero, Montederramo y Armenteira, a los que posteriormente se añadieron otros.
Del Monasterio llaman la atención las numerosas chimeneas que coronan el edificio y las murallas que lo rodean, sin que falte el característico arco de entrada al recinto monacal, levantado entre dos cubos de distinta estructura y campeando sobre él el escudo de la Congregación Cisterciense de Castilla.
La fundadora dotó al Monasterio con copiosas rentas y posteriormente acabó abrazando la vida regular en el nuevo Monasterio restaurado, falleciendo hacia el año 1189. Se la enterró en las proximidades de uno de los arcos del claustro bajo y, según una piadosa tradición de aquella comarca, se cree que el cuerpo está incorrupto, dándole el título de Santa y contándose algunos milagros hechos por su intercesión.
Entre los privilegios reales de que disfrutó el Monasterio destacan los otorgados por Fernando II, en el año 1192, quien le confirmó la posesión de los bienes con que le había dotado la condesa, al tiempo que le concedió el derecho de coto a todas las posesiones y pertenencias de las religiosas.
Más tarde surgieron los pleitos con los Condes de Lemos, quienes reclamaban los derechos de patronazgo, llegando a posesionarse de algunos de los bienes del Monasterio, a la vez que exigían tributos a los colonos del mismo.
Hay un panel informativo situado en la entrada del Monasterio, en uno de los cubos que menciona De Sá. Transcripción:
Concello de Pantón.
Monasterio Cisterciense de Ferreira.
Monasterio con unos orígenes que se remontan al siglo X.
Del primitivo cenobio se conserva su iglesia románica del siglo XII en la que destaca un hermoso ábside con ricas ventanas y una variada colección de modillones y capiteles muy bien trabajados. En el interior de la iglesia se conserva una original escultura de madera policromada que representa a la Virgen con el Niño y dos sarcófagos góticos del siglo XV.
Anexo a la iglesia se encuentra el claustro, de los siglos XV-XVI. La fachada del Monasterio es obra del siglo XVIII.
Actualmente está habitado por monjas Bernardas de clausura.
Continuamos con el relato histórico de D. Hipólito de Sá:
Más tarde fueron otros señores los que se apoderaron, a título de comenderos, de la hacienda de las religiosas, y así sabemos que el rey Juan I, en diciembre de 1380, dio una provisión, dirigida al Conde don Pedro, pertiguero mayor de Santiago, y a los señores Vasco Gómez de Seixas y Arias Pérez de Taboada, ordenándoles que devolviesen al Monasterio las encomiendas que le habían usurpado, y al mismo tiempo que dejasen de exigir servicios y trabajos a los vasallos del Monasterio, contra la voluntad de la abadesa.
La reforma monacal de los siglos XV y XVI terminó con muchos de los abusos que esquilmaron la vida monacal. El Monasterio de Ferreira ingresó, como los otros Monasterios cistercienses de Galicia, en la Congregación de Castilla, que se encargó de la dirección y protección de las religiosas por medio de monjes de los distintos Monasterios de la Orden, sustituyendo en este a los monjes del Monasterio de Meira, que desde sus orígenes corrieron con la dirección espiritual de las religiosas, y aun atendían a la administración de sus bienes.
La exclaustración obligó a las religiosas a dejar el Monasterio, en el año 1835, y la desamortización vendió en subasta pública los bienes monacales. Fue el final de varios siglos de vida monacal.
Veinte años más tarde algunas de las religiosas exclaustradas trataron de reanudar la vida de retiro en el abandonado Monasterio, y así, después de numerosas gestiones, en el año 1858 la Comunidad entraba en un nuevo periodo, bajo el gobierno de su primera abadesa en esta etapa, doña Isabel Pérez de España.
En el año 1898 solicitaron las religiosas de la Santa Sede la incorporación a los monjes cistercienses de la estrecha observancia, a la que siguen vinculadas actualmente por medio de la Federación mencionada más arriba.
Ahora nos dirigimos a la fachada principal para entrar en el edificio del Monasterio.
A medida que nos aproximamos a la entrada principal del Monasterio nos llama la atención la inscripción situada en la fachada, a la derecha e izquierda de la puerta de entrada.
Con riesgo a equivocarnos nos atrevemos a copiar el texto a la izquierda de la puerta: Esta fachada se hizo año de 1728 y las zelosías se pintaron (¿) año de 1791.
A la derecha de la puerta: Era de 962, qve le svpone dvplex y Resp. al Año del Sr. De 924 (Perg. Gotico) … lo qve hace qve se escribió 867 años. Este de 1791. Pero no hay razon de sv prinzipio y fvndazion.
Ya siguiendo con nuestro atrevimiento, creemos que se refiere a que en el año 924 de la Era cristiana (que se corresponde con el año 962 de la Era hispánica), el Monasterio era dúplice, es decir, masculino y femenino. Desde 1791 hace 867 años que se escribió (924) el documento que atestigua lo dicho. La frase final señala la ausencia de fuentes documentales que hagan referencia cierta a la fundación del Monasterio.
Wikipedia: Era hispánica es el cómputo de los años (era) que parte del año 716 Ab urbe condita (desde la fundación de Roma), o sea, el 38 a. C. (antes de la Era cristiana). También es conocida como Era de Augusto, Era de César o Era gótica. Fue instituida como cronología oficial del reino visigodo de Toledo en el concilio de Tarragona (516) o durante el reinado de Atanagildo (555-567) y se utilizó hasta finales de la Edad Media.
La hospedería.
La torre que culmina la fachada en su parte norte.
El Escudo Real, de los Borbones, siglo XIX. El escudo es como el de Castilla y León pero invertido, los leones y los castillos intercambian su lugar. Los leones están en lugar preferente frente a los castillos porque el escudo está situado en un territorio identificado con el Reino de León, como sucede en este caso al estar en Galicia.
Entramos a la portería.
La monja Bernarda que tan amablemente nos atendió nos dijo que el claustro no es visitable y que hay un proyecto en marcha para que sí se pueda admirar esta parte del Monasterio. No obstante, nos permitió entrar brevemente y tomar unas fotos desde la puerta de acceso al mismo desde la portería, algo que le agradecemos mucho.
Claustro renacentista, siglo XV. Aquí está enterrada la Condesa doña Fronilda de Lemos cuyo protagonismo en la historia del Monasterio resalta D. Hipólito de Sá en el repaso histórico que se puede leer más arriba.
De vuelta en la portería volvemos al exterior para dirigirnos a la iglesia. La hermana nos va abrir desde el interior. Nos despedimos hasta una próxima ocasión y le reiteramos nuestro agradecimiento.
Nos dirigimos a la puerta de acceso a la iglesia situada en el muro norte de la misma.
Nos abre la puerta…
… y se retira.
Interior de la iglesia.
Entrando a la izquierda vemos la nave y el ábside.
Enfrente de la puerta de entrada, en la parte sur vemos la Capilla de San Roque.
Y, entrando a nuestra derecha, vemos esta otra parte de la nave tras la reja, donde se encuentra el coro, es de clausura.
Seguimos ahora las explicaciones de la Profesora Dª Teresa Moure:
Del conjunto de edificaciones que en otros tiempos configuraron el monasterio de San Salvador de Ferreira, tan sólo el actual templo se corresponde, en líneas generales y prescindiendo de las ampliaciones y transformaciones de que fue objeto con el discurrir de los tiempos, con la primitiva iglesia abacial.
Los acontecimientos destacados en la síntesis histórica tendrán un nítido reflejo en la fábrica del templo. Éste se comenzó por la cabecera, que responde a una primera campaña constructiva muy ambiciosa en la que se siguieron unos planteamientos estructurales y ornamentales genuinamente románicos; a raíz de la constitución de la comunidad cisterciense (1175), el templo se remató con fórmulas bastante menos brillantes.
Todo parece indicar que el tipo de edificio ideado desde el principio respondía al esquema arquitectónico más generalizado en el románico gallego: un templo de una sola nave y un único ábside semicircular en la cabecera.
Siguiendo las pautas usuales en la época, la construcción se comenzó por la cabecera. Levantada con sillares de granito bien escuadrados aunque irregulares, y siguiendo el modelo de cabecera románica simplificada, nos encontramos con un esquema de dos espaciosos tramos; un tramo recto de planta rectangular cubierto mediante una bóveda de cañón sencilla, al que se accede por un gran arco triunfal, y el hemiciclo semicircular, precedido por un arco fajón de medio punto doblado y cubierto por una bóveda de crucería.
El arco triunfal es especialmente ambicioso en su articulación. Se constituye en una sucesión de cuatro arquivoltas que descargan de manera directa sobre una rítmica distribución de soportes: semicolumnas adosadas, codillos y columnas acodilladas.
La nave muestra una serie de fórmulas constructivas y de soluciones decorativas que nada tienen que ver con el estilo imperante en la cabecera.
Sobre el ambicioso arco triunfal se despliega el hastial de la cabecera, en el que se abre un óculo, hoy semicegado por el moderno artesonado, que originariamente proporcionaba iluminación directa a la nave.
Es probable que con la reforma monástica y el reforzamiento de la regularidad con la incorporación a la Congregación de Castilla se pensase en un proyecto de renovación, ya que en los siglos XVI y XVII se contemplaba una reedificación completa de las antiguas dependencias monásticas.
De esta reforma sólo parece haberse salvado la iglesia, de la que únicamente fue sustituida la cubierta primitiva -quizá se encontrase en mal estado- por el original artesonado de gran calidad en madera que cubre la nave hoy día.
Será en los siglos XVII y XVIII cuando Ferreira conocerá una actividad constructiva de gran alcance, que en cierto modo llevaría consigo la transformación total del inmueble medieval en un conjunto de edificaciones de estilo barroco.
Esta actividad afectaría también al templo, no sólo por el revestimiento interno con retablos que se produce en este momento sino también con la fundación y dotación de capillas en su interior, un hecho éste perfectamente encarnado en la fundación particular de la capilla de San Roque, aún hoy existente, en el paramento meridional de la nave.
Ahora nos centramos en el ábside.
Parte norte del ábside, con el arco triunfal y sus capiteles, en primer término. En el tramo recto del ábside uno de los dos sepulcros que veremos a continuación y el arco fajón que separa la parte recta de la semicircular.
Parte sur del ábside.
Arco triunfal. Capiteles del lado izquierdo o lado del Evangelio.
Arco triunfal. Capitel del lado izquierdo. Muestra un personaje en pie flanqueado por dos felinos con las fauces abiertas, de las que brota un gran tallo que se enreda alrededor del cuerpo del hombre, inmovilizándolo. Éste trata de alejar a los animales con sus manos.
Arco triunfal. Capitel del lado izquierdo. Muestra dos enormes grifos que flanquean a una pareja de bueyes, a los que acometen con sus garras y picos.
Arco triunfal. Capiteles del lado derecho, o lado de la Epístola. Muestra en su frente una de las composiciones que más se prodigaron en Galicia a lo largo de la segunda mitad del siglo XII: la pareja de leones afrontados de manera simétrica. Los animales fusionan sus cuellos y cabezas en el ángulo del soporte y las inclinan hacia abajo, llegando casi hasta la altura del astrágalo, al que se sujetan con sus fuertes garras.
Arco triunfal. Capiteles del lado derecho. Muestra a un león, situado a la izquierda de la composición, que se enfrenta a una gacela, a la que intenta atacar con una de sus patas, que coloca sobre la cabeza de la presa.
Será a lo largo del siglo XV cuando destacados miembros de la nobleza local decidan realizar una serie de fundaciones funerarias que, con seguridad, tuvieron en la iglesia monástica uno de los principales escenarios de enterramiento. Es un hecho perfectamente constatado la invasión de la zona del presbiterio por esta nobleza a principios del siglo, con los sepulcros parietales abiertos bajo un arcosolio de don Alonso López de Lemos, conde de Altamira, y de su hijo don Diego de Lemos, fallecido en el año 1492.
El tramo recto de la cabecera se vio fuertemente alterado por la disposición en sus lienzos murales de los sepulcros.
Sepulcro del lado izquierdo.
Sepulcro del lado derecho.
Capitel de la derecha del arco fajón. El capitel muestra una composición que parece constituir una variante de una tipología tradicional: Daniel entre los leones. En efecto, siguiendo una formulación distinta a las habituales, se muestra un personaje alado, ataviado con indumentaria litúrgica, que porta en su mano izquierda un libro que acerca al pecho mientras con la derecha ejecuta el gesto de la bendición. Este personaje está flanqueado por dos leones que le lamen los pies.
Capitel de la izquierda del arco fajón. Hojas de helecho lobuladas, con el nervio hendido, y cobijando pomas. Entre las vegetaciones emerge un animal que mira directamente al espectador mientras se sujeta con sus garras delanteras al collarino.
El gran arco fajón que se abre en el hemiciclo absidal, de medio punto, sección rectangular y doblado, se asienta sobre medias columnas adosadas.
Los capiteles de las ventanas y de las columnas entregas apenas se ven debido a la baja calidad de la fotografía, tomada casi en la oscuridad. Según el detallado análisis de la Profesora Moure los capiteles de las ventanas tienen tres hojas de agua, lisas o con el nervio hendido, otro de ellos tallos sogueados entrelazados y rematados en volutas, otro con palomas encaramadas a las ramas de un árbol y picando de sus frutos.
Los de las columnas: Uno tiene dos cuerpos superpuestos de hojas de agua lisas que cobijan rosetas muy estilizadas y el otro tiene hojas de agua con el nervio hendido y cobijando pomas.
Réplica de la talla de la Virgen de la media sonrisa, policromada, Virgen con el Niño datada en torno al año 1200. La talla original se conserva en otra dependencia del Monasterio.
Salimos de la iglesia.
Exterior de la iglesia.
Concluidas las obras de la cabecera, el proceso de construcción del templo entró en una fase en la que lo más importante puede que fuera la simplificación del proyecto original dada la ausencia de pretensiones monumentales en los promotores.
A esta segunda campaña constructiva pertenecería el cuerpo de la nave. Presenta una traza muy simple: nave única, de planta rectangular y reducidas dimensiones. Dispone esta nave de dos accesos: el principal estaba destinado en exclusiva a la comunidad, y a él se accede desde el interior de las dependencias (nota: no es visitable); el secundario fue abierto tiempo después en el paramento septentrional para facilitar el acceso de los fieles al templo (por donde hemos accedido al interior de la iglesia).
El programa escultórico concentrado en el exterior de la nave se ajusta a los principios de austeridad defendidos por la Orden del Císter. La escasa decoración se resuelve mediante la introducción de una serie de canecillos -tres por cada tramo murario- sustentando la cornisa moldurada. Desde el punto de vista escultórico, carecen de excesivo interés.
La mayoría de los canecillos de la nave ofrecen decoración de tipo geométrico. El modelo más sencillo muestra rollos superpuestos. También molduras dispuestas en vertical que rematan en una serie de volutas o apéndices entrelazados, molduras superpuestas entre las que se acomodan pequeñas bolas, hojas lisas y apuntadas que rematan en volutas, hojas de iguales proporciones y características que las anteriores, de las que sólo se diferencian en que éstas rematan en pomas.
De gran interés es comprobar que en uno de los tramos aparece una representación de carácter figurativo que constituye una excepción a la norma: la imagen del exhibicionista que muestra sus genitales al espectador, reafirmando con su presencia la recriminación del vicio de la lujuria. Es una figura de canon corto, de aspecto tosco, con un tratamiento del cuerpo muy sumario (es el de la derecha en la imagen, creemos).
Nos centramos ahora en el ábside.
Sin lugar a dudas, el punto focal del exterior de la cabecera viene marcado por el hemiciclo, que se constituye en el lugar más importante y, por lo tanto, en el que se concentra una mayor riqueza arquitectónica y ornamental que contrasta con la sobriedad y austeridad reflejada en el tramo recto.
Mantiene al exterior su configuración semicircular y se eleva sobre cuatro rebancos. Está dividido en tres calles por semicolumnas adosadas. En cada paño se abren los vanos, flanqueados por columnas provistas de capiteles zoomorfos y vegetales y de cimacios ornamentados con motivos vegetales. Sobre ellos se dispone el tradicional tejado semicónico apoyado sobre una cornisa sustentada, en su totalidad, por la típica serie de canecillos y por los capiteles figurados de las semicolumnas.
Siguiendo las explicaciones de la Profesora Moure empezaremos por la parte norte e iremos rodeando el ábside.
Parte recta, a la derecha, y semicircular, a la izquierda.
Canecillos de la parte recta, al norte, del ábside.
Izquierda: Se representa a un hombre sentado, vestido con una larga túnica hendida desde la cintura, que coge con su mano y aparta hacia el lado derecho.
Centro: Se dispone un hombre sedente, vestido también con una amplia túnica, que tañe un instrumento musical, posiblemente una vihuela de arco.
Derecha: Acompañando al músico, en el canecillo contiguo, se representa un acróbata que dobla su cuerpo hacia atrás intentando, antes de ser destrozadas sus piernas, tocar con sus tobillos la cabeza. Se representa ataviado con camisa de largas mangas y anchos pantalones, precisamente la indumentaria más apropiada para el tipo de ejercicios que realiza.
Capiteles de la ventana situada al norte: Hojas de agua con el nervio hendido y cobijando pomas (derecha). Cuadrúpedos dotados de largos cuellos entrelazados.
Capitel de la columna entrega: Muestra dos parejas de águilas afrontadas que dirigen sus picos hacia un bulto esculpido en el vértice. Éste suponemos que se trataría de un fruto. Canecillo a la izquierda: Pareja de cuadrúpedos representados de espaldas al espectador.
Continuando hacia el centro del ábside. Siguientes canecillos. Izquierda: Monstruo de rasgos grotescos que mira directamente al espectador.
Centro: Hombre haciendo un ejercicio acrobático y que lleva colgada del cinturón una bolsa.
Derecha: Ser de rostro humano y cuerpo de animal. Se sujeta al soporte con unas garras y presenta las piernas fragmentadas.
P3200263 Capitel de la siguiente columna entrega: Bajo altas hojas de agua se representan cuatro leones que muestran sus cuerpos afrontados y las cabezas fundidas en una en coincidencia con el vértice de la pieza. De manera excepcional, cuatro jóvenes desnudos se recuestan sobre los leones. Los personajes presentan sus cuerpos afrontados, y sus cabezas se fusionan en una en el vértice siguiendo la misma solución adoptada con los leones. Los jóvenes que se muestran en el frente, por su parte, se fusionan directamente por el tórax.
Ventana situada en el centro y sus capiteles: Animales con las cabezas fusionadas en el ángulo del soporte y que llevan entre sus fauces a un cordero (derecha). Cuadrúpedo y ave afrontados en el ángulo del soporte.
Los cuatro canecillos de la parte central del ábside. De izquierda a derecha: 1 Voluta de gran tamaño cobijando una poma. 2 Voluta de gran tamaño. 3 Superposición de rollos. 4 Mandorla cobijando en su interior un pene.
Ventana de la parte sur.
Capitel de la izquierda: Pareja de aves con las patas inmovilizadas por cuerdas.
Capitel de la tercera columna entrega: Muestra una composición francamente original en el contexto de la escultura románica gallega e hispana del momento. En él, una cabra, situada en el frente, se enfrenta a un hombre situado a la derecha, que se inclina hacia el animal con uno de sus brazos en alto -el otro está fragmentado llevando un objeto colgado del cuello, probablemente una bolsa. Por su actitud e impasibilidad, sin signos de terror o miedo a ser atacado, podría interpretarse como una escena de adoración hacia el animal. Al mismo tiempo, la cabra es atacada por dos perros, situados en el lado derecho, que le muerden las patas traseras.
Capitel de la columna entrega de la izquierda, la situada al sur: Cubre su frente con cinco grandes hojas de helecho, rematadas en pomas, tras las que emergen los caulículos. Las hojas muestran foliolos excavados, redondeados y planos, individualizados mediante contornos muy resaltados, y con el nervio hendido.
Los canecillos:
Los tres de la izquierda. De izquierda a derecha: 1 León representado de medio cuerpo, con las fauces abiertas y mirando directamente al espectador. 2 Voluta de gran tamaño que cubre todo el soporte. 3 Dragón alado representado de frente, mirando al espectador.
Los cuatro de la izquierda. De izquierda a derecha: 1 Superposición de cuatro hojas de nervio hendido. 2 Superposición de dos hojas de helecho, con el nervio hendido y rematadas en volutas. 3 Ave de gran tamaño representada de cuerpo entero y mirando al espectador. 4 Animal que lleva entre sus fauces a otro animal de menor tamaño.
Nos despedimos de la cigüeña y del Monasterio de San Salvador y Santa María de Ferreira de Pantón.
Fin.
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