Ourense.
Visitamos el Museo Arqueolóxico, en su sede provisional, en la
antigua iglesia de la Venerable Orden Tercera de San Francisco. Aquí
se desarrolla la Escolma
de escultura, excelsa selección de piezas arqueológicas y
escultóricas de todas las épocas históricas, que han ido
construyendo la andadura del Museo, desde 1895, cuando de fundó.
En
esta Parte 3, continúa nuestro viaje al pasado, la Edad del Bronce,
la Cultura Castreña y la Época Romana.
Click Aquí para ver la visita completa al Museo.
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Condecoración
militar romana, dona
militaria,
conocida con el nombre de Phalera.
Siglo
IV d.C. Bronce. Cidá do Castro de San Millán, A Xironda, Cualedro,
Ourense.
Coordenadas
de situación de la Sala de Exposiciones San Francisco en
Ourense: 42.336478, -7.860457
Nota:
Los responsables del Museo instauraron, ya en 1999, lo que
denominaron Pieza del Mes. Cada mes se presentaba y se presenta una
de las piezas arqueológicas u obras escultóricas del Museo. Los
textos en
cursiva
que acompañan cada una de las piezas que se van presentando
pertenecen a las reseñas elaboradas para cada una de las
presentaciones como Pieza del Mes. Toda
la información en: http://www.musarqourense.xunta.es/es/.
En
el capítulo anterior vimos la parte de la Sala de Exposiciones San
Francisco que está dedicada a las piezas pertenecientes a la Edad
Media.
Girando
la vista hacia nuestra izquierda vemos ahora la parte de la sala
dedicada a la Edad Antigua, en la que centraremos nuestra atención
en el presente capítulo.
Comenzamos
por la pieza que se ve entre las dos vitrinas situadas a la izquierda
de la imagen.
Placa
decorativa. Siglo II d.C. y siglos IX-X d.C. Mármol. Capilla de San
Adrián de Amiadoso, Allariz, Ourense.
Pieza
del mes: Enero de 2004. Autor
de la reseña: Francisco
Fariña Busto. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2004_01_esp.pdf
Frontal.
Este
bloque marmóreo, prismático, con unas dimensiones de 46 cm. en el
frente, 15 cm. de fondo y 65 cm. de ancho, presenta un estado de
conservación regular, con las superficies desgastadas y una rotura
considerable en su extremo superior derecho, que no impide la
identificación de los temas representados y resulta una pieza
sorprendente por el hecho de tener decoradas todas las sus caras,
seis, como resultado de una reutilización de la misma.
Estaba
incrustado en una de las paredes de una construcción del lugar de
Amiadoso, de la parroquia de San Martiño de Pazó, próximo a la
villa de Allariz, construcción que hacía las veces de capilla y que
fue identificada como posible resto visigótico.
En
el lugar hay indicios de un yacimiento tardorromano, y, entre los
restos, un capitel corintio, en granito, encontrado años después y
regalado al Museo, lo que confirmaría su origen.
La
pieza se presenta en los laterales sendas cráteras gallonadas de la
que surge un tallo ondulado de vid con hojas y racimos. Una de ellas
se conserva en muy buen estado y permite ver la calidad de la
ejecución, el tipo de cántara y los detalles volumétricos,
mientras que la otra, que sirvió de apoyo en la fase de
reutilización, presenta un importante desgaste.
En
el frontal, recuadrado por un listel, aparece una mata de acanto, con
las hojas de nervios bien marcados, de la que salen roleos y tallos
en los que picotean dos pajaritos, no simétricos, uno en el tallo y
otro en la hoja, éste más deshecho, pero ambos perfectamente
reconocibles.
Esta
pieza resulta por la labra, tema y ejecución uno de los mejores
ejemplos de la plástica romana en Galicia, aunque hasta hace pocos
años haya pasado casi desapercibida.
Significativamente
labrada en mármol (de tipo local, veteado en azul, conocido como
mármol del Incio o de Braganza) el nivel de deterioro sufrido no
impide apreciar la riqueza formal de la talla y la calidad expresiva
conseguida en el trabajo.
La
ejecución, la técnica de trabajo a trépano, la calidad formal y
los elementos de comparación posibles, abundan en hacer plausible
una propuesta cronológica del siglo II, como propusieron en su día
Acuña Fernández y Valle Pérez.
Posteriormente
se reutilizó, pero el cambio no es colocándola nuevamente como
estaba con otra función como acontece a veces, si no haciendo un
nuevo uso que cambia su eje visual y recibe nueva decoración que,
técnica y formalmente, está muy alejada de la anterior.
Así,
se le dio la vuelta, cambió el eje y se dispuso horizontalmente,
sobre el reverso y sus laterales, un nuevo tema, desarrollando la
misma función de placa decorativa; esto es, la pieza se reutilizó
dentro de un momento posterior, que algunos quieren visigótico,
otros del siglo XI, y otros, del siglo IX o X,
Dentro
del recuadro se desarrolla un tallo ondulante con hojas triangulares
que alternan, tema que se repite en los laterales, dejando en el
centro, en un marco rectangular, una escena en la que parece haber un
árbol en el lado derecho y dos personajes, vestidos con túnica
hasta las rodillas, afrontados y que sostienen algo en sus manos.
La
escena resulta de difícil identificación, derivada del deterioro
superficial, y ha sido objeto de debate. Recientemente Bango propuso
la posibilidad de tratarse de una Ascensión de Cristo, lo que le
otorgaría un excepcional interés iconográfico.
Mercurio.
Siglos II-IV d. C. Bronce. Fundido a la cera perdida. San Salvador de
Seiró, Vilar de Barrio, Ourense. Donación de Francisco
Conde-Valvís. Figura:
17,5 x 8,1 x 5,4 cm. Peana:
8,7 x 16.9 x 9,3 cm.
Pieza
del mes: Abril de 2000. Autora
de la reseña: Milagros
Conde Sánchez. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2000_04_esp.pdf
Entre
los cultos que se practicaron en Roma ninguno penetró tanto en el
pueblo como el dedicado familiarmente a los genios tutelares de la
casa: los Penates, genios destinados a proveer los alimentos
indispensables para el sustento humano y los Lares, espíritus de los
antepasados que velaban por sus sucesores.
A
pesar de su variada tipología, los más conocidos por todos fueron
los Lares Familiares, personificaciones del espíritu protector que
tenían la misión de proteger la salud y favorecer la prosperidad de
la familia y todo lo que les atinge a las personas, a los campos y a
la hacienda.
El
éxito de este culto hace que las antiguas imágenes de barro o las
talladas en madera fuesen sustituidas por nuevos modelos,
generalmente en metal, elaborados técnicamente mediante el sistema
de molde y fundición y por el método de la cera perdida, exigiendo
un cierto nivel técnico que implica el trabajo de especialistas.
En
Hispania como en el resto de las provincias, Roma asimilaba sus
divinidades con las autóctonas, reinterpretando y unificando
simbologías. De esta forma se instauró el culto a Mercurio y a los
Lares en la Península. Las áreas de mayor difusión fueron la zona
Tarraconense y la Lusitana. El culto a Mercurio se desenvuelve en las
rutas comerciales y en los nudos de comunicación.
En
esta figura aparece Mercurio como un adolescente, de pie,
prácticamente desnudo, apoyado sobre la pierna derecha y flexionando
ligeramente la izquierda. El cuerpo, levemente contorsionado, señala
los detalles anatómicos. Lleva la clámide colgada sin ningún tipo
de sujeción y se recoge en tres gruesos pliegues.
El
brazo derecho se separa del costado, portando en la mano la clásica
bolsa o marsupio de forma trilobulada, símbolo de la actividad
comercial. En la mano izquierda se advierte el lugar en el que
encajaba el desaparecido caduceo que porta Mercurio como mensajero de
los dioses, siendo a la vez símbolo de la paz y las conciliaciones.
La
cabeza va tocada con un amplio petasos alado que
cubre toda la parte posterior hasta la nuca, mientras en la parte
delantera asoman ensortijados mechones que dejan la frente
semioculta.
La
figura asienta sobre una base o plataforma circular, formada por una
lámina de bronce de borde dentado, ornamentada por tres flores de
lis y elevada sobre dos perros –le falta el tercero- que la sujetan
con sus patas delanteras. El hecho de haber aparecido ambas piezas en
el mismo lugar hace verosímil que formaran parte del mismo conjunto.
Dionisos
y Ampelos. Siglo III d.C. Mármol. A Muradella, Mourazos, Verín,
Ourense. 93 x 62 x 41 cm.
Pieza
del mes: Noviembre de 1999. Autora
de la reseña: Milagros
Conde Sánchez. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_1999_11_esp.pdf
Bajo
la denominación de "escultura ideal" se conoce a las
representaciones de divinidades, héroes y otras figuras mitológicas
y personificaciones, salvo excepciones, como por ejemplo efigies de
genii o de lares, que son creaciones netamente romanas. Este género
de esculturas suelen ser copias o, más frecuentemente,
modificaciones de las originales griegas.
La
mayor parte de la escultura ideal romana en Hispania pertenece al
ámbito doméstico.
Por
lo que respecta a la temática, en la escultura ideal de Hispania,
tanto en mármol como en bronce, se da un notable predominio de
representaciones de prácticamente todos los dioses del panteón
greco-romano, aunque se observa una marcada preferencia por Venus,
Diana y principalmente Baco y los personajes de su cortejo, como son
los faunos, silenos y sátiros.
Este
personaje, conocido también por Dionisos, fue identificado en Roma
con el antiguo dios itálico Liber-Pater,
gozando de una popularidad extraordinaria y siendo, ampliamente
representado en cerámica, pintura, monedas, terracotas, relieves y
mosaicos, y mencionado en numerosas fuentes literarias. No fue
solamente el dios del vino, de la vegetación y de los placeres, sino
también la divinidad de la civilización y según la concepción
órfica una modalidad del dios supremo, Júpiter.
El
grupo escultórico aquí representado lo forman dos figuras desnudas,
masculinas; a la mayor de ellas le faltan la cabeza y el brazo
derecho desde poco más abajo del hombro. El grupo se interpreta como
Dionisos ebrio asistido por el sátiro Ampelos -la vid-, tema
mitológico que deriva de modelos helenísticos y del que existen
numerosos paralelos.
La
estabilidad de ambas figuras, que apoyadas una en la otra intentan
mantener el equilibrio, se consigue mediante la presencia en la parte
trasera de un grueso tronco de árbol adherido a la pierna izquierda
de Dionisos y sobre el que, sentado a horcajadas, descansa el sátiro
con una pose descarada y ordinaria.
La
obra, por el ambiente húmedo en el que permaneció enterrada, llegó
hasta nosotros extremadamente erosionada. A pesar de esto, constituye
una pieza excepcional dentro de la plástica romana de Galicia, tanto
por su material -son muy pocos los ejemplares de mármol llegados
hasta nosotros- como por su formulación clasicista de inspiración
culta.
Fue
encontrado en el castro de la Muradella, cerca de Mourazos, Verín,
donde se evidenciaron signos de romanización como son fragmentos de
ímbrices, tegulae y ladrillos, junto con
fragmentos de otra escultura que documentan la existencia de una
villa fechada en el siglo III d. C. Esta escultura estaría en una de
las estancias como elemento decorativo.
A
la izquierda de la imagen la siguiente pieza que nos disponemos a
ver.
Estela
funeraria. Segunda mitad del siglo I d. C. Granito. Muiño de San
Pedro, O Rosal, Oimbra, Ourense.
Pieza
del mes: Enero de 2002. Autor
de la reseña: Francisco Fariña Busto. Texto extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2002_01_esp.pdf
La
pieza ingresó en el Museo por compra a don Manuel Fernández García,
tras su muestra en la exposición Galicia no Tempo en 1991, aunque ya
había sido su hallazgo referenciado con anterioridad por Manuel
Taboada Cid en las páginas del Boletín Avriense como ocurrido en
1985 en las cercanías del río Támega, en la orilla del camino
hacia el Muiño de San Pedro, como a cien metros de éste, al pie del
Monte Ladairo, en el término municipal de Verín, próximo a los
límites con Oimbra.
Se
trata de una estela funeraria casi troncocónica, vagamente
antropomorfa, carácter realzado por la acción decorativa, hecha en
una piedra voluminosa, de 160 cm. de alto, labrada en todo su
perímetro, con una sección ovoide y contorno más amplio en la
parte basal (164 cm.), donde tiene una rotura que afecta a su
estabilidad, y más reducido hacia su parte superior (104 cm. en el
cuello y 91 en cabeza).
En
la parte frontal, además de la inscripción funeraria dispuesta en
cuatro líneas, tiene en la parte superior, marcado por un resalte y
destacado del cuerpo, un rostro humano inciso, representación
sencilla en la que destacan los rasgos de las orejas.
La
inscripción ofrece la siguiente lectura:
LATRON
VS
CELT
IATI
. F
H.
S: Y
Lectura
e interpretación son fáciles: Latronus Celtiati F(ilius).
H(ic) S(itus) Y(st). Aquí yace Ladrón, hijo de Celtiato.
Las
letras presentan altura y conformación irregular, con la traza
alterada, lo que refuerza la imagen de rusticidad que deriva de su
contemplación.
La
cronología atribuible a esta pieza nos sitúa entre mediados y final
del siglo I d.C., valorando tanto su plasticidad expresiva como las
fórmulas epigráficas de filiación y enterramiento y la onomástica.
A
la izquierda de la estela funeraria vemos esta vitrina,
en la misma
pared.
También,
otras piezas que siguen.
Contiene
seis piezas, una de las cuales, la Tábula Hospitalis, está
temporalmente en préstamo en la exposición Na Procura do Pasado
que se celebró en Ourense y que ahora (15-3-17) está en el Museo
das Peregrinacións de Santiago de Compostela (allí la hemos
localizado).
Alas.
Siglo I-II d.C. Bronce. San Salvador de Baños de Molgas, Ourense.
Placa
de cinturón tardorromano. Siglo IV d.C. Bronce. Conjunto
arqueológico-natural de Santomé, Ourense.
Pieza
del mes: Mayo de 2000. Autor
de la reseña: Xulio
Rodríguez González. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2000_05_esp.pdf
Placa
calada con la representación de un caballo de un broche de cinturón
del conjunto Arqueológico-Natural de Santomé. Un elemento más de
la cultura material del mundo tardorromano en el NW peninsular.
Esta
singular pieza de bronce formaba parte de los cingula militiae
-cinturones de militares- que eran un elemento muy importante del
uniforme militar, hasta el extremo de que por extensión el nombre
pasó a designar el servicio militar mismo. Dichos cinturones
constaban de una placa rectangular de bronce, a menudo con decoración
calada, formando diversos motivos.
Esta
pieza destaca por su singularidad y belleza. Está realizada a molde,
presentando un relieve de cierto volumen con la figura de un caballo
al paso, señalando minuciosamente las partes anatómicas del animal:
cascos, cola, con las cerdas marcadas por medio de incisiones,
orejas, crines, omóplato izquierdo y parte de la montura. La figura
aparece enmarcada en la parte superior e inferior por una barra con
cinco apéndices, que recuerdan las protuberancias que tienen algunas
hebillas rectangulares en las esquinas.
Los
cingula militiae, que servían para sujetar la
espada, tenían un carácter simbólico y de representación social,
tanto entre el estamento militar, como entre los funcionarios
civiles.
Cabe
preguntarse el porqué de la presencia de estas partes de la
indumentaria militar en un yacimiento de las características de
Santomé, alejado de las particularidades que definen un enclave de
carácter militar.
Sin
descartar la presencia eventual de alguna unidad militar o el
carácter castrense del dueño de la explotación, que después de
realizar la carrera militar había traído estas piezas como recuerdo
de su vida profesional, la hipótesis más creíble es la que
mantiene que en la tardorromanidad, las diferentes partes de la
vestimenta militar se integraron en la indumentaria civil, y en
concreto los broches de cinturón, que estarían en relación con la
generalización de la túnica, prenda ceñida al cuerpo por medio de
un cinturón.
Phalera.
Siglo IV d.C. Bronce. Cidá do Castro de San Millán, A Xironda,
Cualedro, Ourense.
Pieza
del mes: Octubre de 2000. Autor
de la reseña: Xulio
Rodríguez González. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2000_10_esp.pdf
Esta
pieza fue encontrada de forma casual por unos cazadores, registrando
una madriguera de conejos en la muralla interior de la Cidá del
Castro de San Millán, yacimiento situado entre la sierra de Larouco
y la depresión de Verín, en el SE de la provincia de Ourense. Se
trata de un castro peculiar, en el que destaca la diversidad y
ostentación de su sistema defensivo. Junto al foso, en la zona
norte, las murallas constituyen el sistema mejor desarrollado.
La
pieza es una placa cuadrangular de bronce, con cuatro argollas
circulares en los ángulos, unida entre sí mediante cuatro pares de
arquitos en forma de herradura, que servían para pasar las correas.
En la parte central, el disco toma forma antropomórfica, decorado
con un mascarón femenino en rígida disposición frontal, de rasgos
esquemáticos, con un peinado de grandes ondas longitudinales y
tocado por un velo.
En
concreto, la utilidad de la pieza que nos ocupa parece estar
relacionada con el complejo mundo de las condecoraciones militares,
dona militaria.
Su
origen se encuentra tanto en el mundo clásico griego, como en el
mundo bárbaro en relación con los trofeos arrebatados a los
enemigos, que vinieron a sustituir el botín, que durante la
República constituía la parte más esencial del sueldo de un
militar. La gama de dona militaria fue muy
amplia durante toda la historia militar de Roma.
Parece
admitido que las phalerae les eran
otorgadas a los simples soldados y a otros militares hasta el grado
de centurión.
La
pieza que nos ocupa, debe de datarse durante el siglo IV d. C. tanto
por las características morfotipológicas, tipo de peinado y
presencia de arcos de herradura, como por el contexto arqueológico
en el que se inscribe, donde se evidencia la ocupación parcial del
castro en la tardorromanidad.
Cara
de una estatua. Siglo I d.C. Bronce. Aquis Querquennis, Baños de
Bande, Ourense.
Pieza
del mes: Diciembre de 2010. Autor
de la reseña: Xulio Rodríguez González. Texto extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2010_12esp.pdf
La
pieza que hoy presentamos procede del interesante complejo
arqueológico de Aquis Querquennis, del que forma parte un campamento
militar creado en época de Vespasiano para velar por la construcción
y seguridad de la Via Nova.
El
conjunto está conformado por doce fragmentos de bronce de una
estatua de tamaño natural correspondiente, como veremos, a un
emperador. El fragmento más representativo corresponde a la parte
anterior de la cabeza, entre la frente y la boca, con prácticamente
la totalidad de la nariz y el ojo derecho.
La
técnica empleada para la elaboración de estas estatuas es la
conocida como “cera perdida”. Básicamente la técnica consiste
en la realización de un modelo en cera a partir de un núcleo de
barro, que era recubierto por capas superpuestas de este mismo
material.
Al
cocer el conjunto en el horno, la cera se funde, ocupando su espacio
el bronce líquido que, una vez frío y roto el manto exterior de
barro, permitía retirar la escultura. Los grandes bronces no eran
fundidos en una sola pieza, si no en partes que más tarde eran
ensambladas.
En
el mundo romano las estatuas en bronce se consideraban de mayor
importancia que las de mármol, y por lo que sabemos eran mucho más
numerosas. Pero las de bronce fueron las que más fácilmente
desaparecieron, debido a su alto valor.
Muchos
emperadores prefirieron las estatuas de bronce sobre las de metales
nobles. Los restos de la estatua de Aquis Qverquennis
pueden perfectamente pertenecer a algún emperador, en tamaño
natural o mayor que el natural, pero hay más elementos que nos
pueden ayudar a ahondar en este aspecto.
Resulta
de gran interés el lugar del hallazgo, en el interior de la cisterna
de un patio rectangular que separa dos alineaciones afrontadas de
habitaciones correspondientes al número 1 de los strigia
o barracón del campamento romano en el que se alojaban los soldados.
Debemos tener en cuenta que para los militares romanos la imagen del
emperador siempre estaba presente, contando además cada campamento
con una estatua del emperador para jura de bandera, ofrendas y
sacrificios en días señalados.
El
único emperador que fue objeto de una damnatio memoriae, en el
período cronológico que abarca el depósito, es Domiciano. Una vez
asesinado como consecuencia de una conspiración de palacio, los
senadores de Roma se dieron prisa para aprobar una condena de su
memoria, por lo que no sería nada extraño, que con tal motivo, su
estatua fuera destruida y tirada en el interior de una cisterna.
Águila.
Siglo I-II d.C. Bronce. Castro de Rubiás, Santiago de Cadós, Bande,
Ourense.
Pieza
del mes: Mayo de 2011. Autor
de la reseña: Tomás
Vega Avelaira. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2011_05esp44.pdf
La
pieza representa un águila con las alas explayadas y la cabeza,
girada hacia su izquierda, posee un pico largo y curvo. En la parte
inferior las patas se encuentran unidas de manera que dejan un
orificio circular. El tratamiento del plumaje en el cuerpo del ave se
ha ejecutado de modo naturalístico y con una exquisita precisión,
representándose a modo de escamas.
Para
diferenciar la cabeza del resto del cuerpo, se efectuó por medio de
un buril una incisión a la altura del pescuezo. La parte posterior
de este ejemplar es en su mayoría lisa, excepto en su eje central en
donde sobresalen dos protuberancias que servirían para fijarla al
asta.
Este
águila se fabricó en bronce mediante el proceso de la fundición a
la cera perdida, empleando una aleación ternaria a base de plomo
(6,3 %), cobre (78%) y zinc (8,8%). Tiene una altura de 6,5 cm y su
anchura alcanza los 6 cm. La pieza se encuentra en perfecto estado de
conservación y presenta la característica pátina verde.
Respecto
a su funcionalidad, en un principio se la había catalogado
habitualmente con un término tan ambiguo como aplique e, incluso,
como una pieza de época visigoda. Águilas de tamaño y
características similares se han descubierto en otros yacimientos
europeos con presencia militar y, en nuestra opinión, formaría
parte de un estandarte (signum).
La
preferencia por la utilización del águila (aquila)
como emblema en los estandartes se encuentra en la vinculación con
el dios Júpiter. De hecho, cuando se producía el aniversario de la
fundación de una legión se celebraba un relevante festival
religioso: el natalicio del águila (dies natalis aquilae).
Tabula
de hospitalidad (Tabula hospitalis) (132 d.C.). Castromao,
Celanova, Ourense. 31 x 23 x 0,4 cm.
Pieza
del mes: Enero de 2003. Autor
de la reseña: Xulio
Rodríguez González. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2003_01_esp.pdf
Está
temporalmente en préstamo en la exposición Na Procura do Pasado
que se celebró en Ourense y que ahora (15-3-17) está en el Museo
das Peregrinacións de Santiago de Compostela.
Documento
de extraordinaria importancia para el estudio de la organización
social y del proceso de romanización del NO peninsular, que de forma
inexacta se viene denominando tessera de hospitalidad, cuando tanto
por la forma como por la función, responde a una tabula de
hospitalidad.
La
tabula es una placa rectangular de bronce, con marco moldurado, y con
un apéndice a modo de lengüeta en la parte superior, en la que se
recoge un pacto de hospitalidad entre los coelernos y un prefecto de
la primera Cohorte de los Celtíberos, con un texto epigráfico en el
que se puede leer:
G(neo)
IVLIO. SERVIO. AUGURINO. G(eneo) TREBIO.
SERGIANO.
CON El(n)S(ulibus).
COELERNI.
EX-HISPANIA. CITERIORE.
CONVENTUS.
BRACARI. CVM. G( neo). AN
TONIO.
AQUELLO. NOVAUGUSTANO
PRAEF(ecto).
COH(ortis). I. CELTIBERORUM.
LIBERIS.
POSTERISQUE. EIVS. HOS
PITIUM.
FECERUNT.
G(neus).
ANTONIVS. AQVILVS. CUM. COELER
NIS.
LIBERIS. POSTERISQUE. EORUM.
HOSPITIUM.
FECIT.
LEGATUS.
EGIT
P(ublius).
CAMPANIVS. GEMINVS.
Siendo
cónsules Gneo Julio Augurino y Gneo Trebio Sergiano, los "Coelerni"
de la Hispania Citerior y del convento de Braga, hicieron un pacto de
hospitalidad con Gneo Antonio Aquilino Novaugustano, prefecto de la
primera Cohorte de los Celtíberos con sus hijos y descendientes.
Gneo Antonio Aquilo hizo pacto de hospitalidad con los "Coelerni",
con sus hijos y descendientes. Actuó como legado Publio Campanio
Gémino.
Es
preciso señalar que tessera y tabula de hospitalidad son expresiones
que hacen referencia a realidades diferentes, en cuanto a su forma y
función, aunque a menudo se usan de forma confusa. Morfológicamente,
las tesserae son de pequeño tamaño y formas variadas: jabalí,
pescado, delfín, manos entrelazadas, etc.; mientras que las tabulae,
de forma laminar, rectangular, son de mayor tamaño y peso.
Por
lo que respecta a su función, las tesserae tienen el cometido de
identificar a las partes que intervienen en el pacto, a modo de
documento de identidad, de ahí su carácter portátil, fácilmente
transportable, frente a la tabula que sirve para dar fe pública de
la relación que se establece, y como tal es custodiada en un
edificio público de la comunidad, en un lugar visible para todo los
miembros.
En
el caso concreto de la pieza de Castromao este carácter de tabula
está aún más acentuado si cabe, por el hecho de que el asa de
bronce aparecida en la estancia de la tabula pertenece a esta, lo que
facilita que pueda ser colgada y expuesta fácilmente.
Todo
este tipo de documentos, bien sean de hospitalidad o de patronato,
están redactados por lo general de la misma forma: Fecha por el
consulado, nombre del primero sujeto, tipo de pacto y segundo sujeto,
concluyendo con la fórmula final en la que se indica el delegado que
interviene en el pacto.
Se
sabe que este pacto tuvo lugar en el año 132 d. C. porque este año
corresponde a los cónsules que aparecen en él: Gneo Julio Serio
Augurino y Gneo Trebio Sergiano, ya que en Roma los años se databan
con el nombre de los cónsules que eran elegidos cada año.
A
la derecha, las piezas de la pared contigua a la vitrina.
Y
a
la izquierda, las
otras piezas de esta
parte de la sala, aún
por ver.
Cabeza
de guerrero. Siglo I d.C. Granito. Rubiás, Bande, Ourense. 30 x 30 x
20 cm.
Pieza
del mes: Noviembre de 2006. Autora
de la reseña: Ana
Mª Veiga Romero. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2006_11esp.pdf
El
yacimiento castreño de Rubiás, en la parroquia de Santiago de
Cadós, está situado sobre un típico espolón de media ladera
defendido por el norte por un tajo que cae sobre el río Cadós.
Cerca
de él discurre una vía romana, secundaria de la vía XVIII del
Itinerario de Antonino, que comunicaría con la mansio de Aquis
Quaerquernis, por lo que son numerosos los hallazgos de miliarios,
aras y lápidas honoríficas por toda la comarca.
Aunque
que conocido de antiguo por la documentación, la importancia
arqueológica de este castro no se podrá de manifiesto hasta la
fructífera visita que el 24 de octubre de 1935 realizaron los
miembros de la Comisión de Monumentos. Esta cabeza
masculina en aquellos momentos estaba coronando la fuente del pueblo.
Es
una cabeza muy bien ejecutada -dentro de la plástica castreña-. Los
ojos son grandes, sin señalar las pupilas; la nariz es prominente y
ancha en su base. Los labios, apenas perfilados, dibujan un rictus de
melancólica ironía.
El
cabello, indicado en la parte posterior por medio de un ligero
desborde en la zona occipital, detalle que algunos autores
interpretan como un casco, deja a la vista unas orejas bien
definidas. Su cuello está adornado con un torques.
Estas
características le proporcionan un carácter individual, casi de
retrato, que lo personalizan y diferencian de otras cabezas de
guerreros.
A
pesar de haber aparecido descontextualizada, nadie pone en duda que
nos encontramos delante de la cabeza de un guerrero castreño, ya que
todos sus rasgos iconográficos responden a los esquemas que los
definen.
Sedente.
Siglo I a.C. - siglo I d.C. Granito. Pedrafita, A Teixeira, Ourense.
Donación de José Manuel Bouzas Nóvoa.
Pieza
del mes: Febrero de 2000. Autora
de la reseña: Ana
Mª Veiga Romero. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2000_02_esp.pdf
Esta
magnífica escultura se encontró de manera casual al realizar unas
obras en una sepultura, en el cementerio de San Martiño de Pedrafita
durante la primavera de 1995.
Representa
una figura sentada en un trono, a la que le falta la cabeza,
sosteniendo entre las manos un recipiente de libación. Viste una
sencilla túnica sin ceñir que, sin dejar adivinar su anatomía,
llega por debajo de las rodillas.
Las
pantorrillas son simétricas, bien modeladas y ligeras, contrastando
con la sensación cúbica y de pesadez que transmite el resto de la
labra. Los pies, de los que sólo se conserva el derecho, creemos que
van calzados, ya que, a diferencia de las manos, no tienen los dedos
señalados.
Como
únicos adornos de su indumentaria lleva un aro ancho en cada muñeca
a modo de pulseras que contribuyen a romper la postura rígida de sus
brazos.
La
figura está sentada en un trono de gran exuberancia formal, decorado
con motivos de dientes de lobo en los traveseros laterales y con un
cuidado trisquel inscrito en un círculo en el respaldo, motivo
recurrente en toda la plástica castreña.
Como
todas las imágenes
entronizadas, desde el punto de vista formal presenta un gran
conservadurismo. Es simétrica, frontal, hierática y aparentemente
basta, pero como opina Balil esto no es fruto de una incapacidad sino
la respuesta intencionada para satisfacer los gustos tradicionales de
una clientela indígena.
Por
eso el interés del escultor en subrayar algunos elementos
esenciales, que indican el alto estatus del personaje y que tienen
una fuerte carga ideológica, fácilmente reconocible por el grupo
social que demandaba la escultura.
Por
otra parte, el hecho de que todas ellas aparecieran de una forma
casual, sin cabeza y reaprovechadas, va a suscitar variadas
interpretaciones sobre su funcionalidad. Rodríguez Colmenero
defiende que aquellas figuras portadoras de vasos son masculinas y
las restantes femeninas.
Otros
autores las ponen en relación con la veneración a la tierra-madre
asociadas al culto a los muertos. Recientemente Calo Lourido sustenta
la idea de que sean representaciones masculinas con una funcionalidad
funeraria ligadas al rito de incineración.
Tengan
una función u otra lo cierto es que los sedentes se nos muestran
como la plasmación plástica de las inquietudes, anhelos o miedos
del hombre galaico-romano ante la muerte o la divinidad y, sin duda,
representan una de las manifestaciones más interesantes de la
escultura del noroeste peninsular.
Torso
masculino. Siglo I d.C. Granito. Castro de Santa Ádega, San Vicente
de Reádegos, Vilamarín, Ourense. 19,5 x 20 x 12,7 cm.
Pieza
del mes: Marzo de 2004. Autora
de la reseña: Belén
Lorenzo Rumbao. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2004_03_esp.pdf
En
un emplazamiento dominante, en el lugar de San Vicente de Reádegos,
se encuentra el yacimiento conocido como Castro de Santa Ádega, con
un recinto de 78 x 75 m., rodeado por doble muralla y foso. En 1950,
como consecuencia de remociones de tierras para convertir el terreno
en apto para labores agrícolas, aparecieron diversos objetos
arqueológicos. Pocos años después y no lejos del castro, aunque
fuera ya de su recinto, al pie de un muro moderno, se descubrió el
presente torso que ingresó con posterioridad en el Museo.
Se
trata de una escultura realizada en un bloque de granito, que
representa un torso de pequeño tamaño de una figura masculina. Las
importantes mutilaciones y la fuerte erosión que presenta la pieza,
dificultan en gran manera la precisión de muchos de sus detalles.
La
figura se estrecha sensiblemente en la cintura, donde lleva un cinto
que se ve nítidamente en los laterales y en la parte trasera, aunque
se pierde en la zona frontal, sustituido por un leve abultamiento que
hace pensar en la posibilidad de que llevara el característico
escudo circular de los guerreros (caetra).
Lo
que si se aprecia con claridad es una ancha banda, delimitada por dos
tiras y decorada con motivos de rombos, que cruza por el pecho en
diagonal desde el hombro izquierdo hasta el cinto en el lado derecho
y que continúa por la espalda.
Francisco
Calo, máximo estudioso de la plástica de la cultura castreña
galaico-portuguesa, sin negar rotundamente la posibilidad de que la
figura pueda ser interpretada como la de un guerrero galaico, plantea
muchas dudas, inclinándose más por la idea de que se trate de una
escultura romana que quizás pueda ser puesta en relación con otras
piezas halladas en las inmediaciones del castro.
Lo
más llamativo de nuestra pieza es, sin duda, la mencionada banda
decorada que lleva en el pecho, de la que no se encuentran paralelos
y que debe ser interpretada como algún tipo de distintivo de
prestigio o condecoración del personaje que la lleva.
Guerrero.
Siglo I a.C. - siglo I d.C. Granito. Cibdá de Armea, Santa Mariña,
Allariz, Ourense. Donación de Francisco Conde-Valvís. 70 x 55 x 36
cm.
Pieza
del mes: Mayo de 1999. Autora
de la reseña: Milagros
Conde Sánchez. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_1999_05_esp.pdf
Plásticamente
es una figura masculina de bulto redondo que lleva atributos
militares. Desde el punto de vista estilístico, se trata de piezas
monumentales tremendamente hieráticas, con una enorme rigidez,
proporcionada tal vez por la ausencia de una técnica precisa,
marcada frontalidad y con los brazos totalmente pegados al cuerpo.
La
figura aquí representada, es conocida como Guerrero nº 1 de Armea
porque apareció cerca del castro del citado nombre en el
ayuntamiento de Allariz.
Aunque
solamente se conserva el torso, cortado justo por debajo del cinto,
tiene las características iconográficas de todas las estatuas de
guerreros galaicas: figura erguida con los brazos pegados al cuerpo
–pese a que el izquierdo está mutilado justo por debajo de los
brazaletes-, y la mano derecha reposando en el escudo redondo o
caetra, sin señales de inscripciones ni ornamentaciones, mientras
sostiene una espada de hoja ancha y alargada.
Lleva
una coraza, de la que desaparecieron los bordes superiores y una
suave línea vertical recorre y marca el centro del pecho y la
espalda. El cinto está formado por dos baquetones o toros lisos.
Hoy
en día se sabe que estas estatuas se encontraron en un contexto
definido, pudiendo ser adscritas a un castro en concreto pertenecen
al siglo I d. C., ya que la plástica castreña florece alrededor del
cambio de era, y estas piezas se hicieron bajo la dominación romana,
en el momento del máximo desarrollo de los castros.
Dada
ya su cronología, podemos teorizar sobre las funciones de estas
esculturas: funerarias, genios tutelares de las ciudades, héroes
epónimos de los castros, héroes divinizados, votivas, honoríficas,
dioses bélicos, consagración de los jefes o guerreros muertos,
héroes galaicos, príncipes o héroes locales que luchaban en las
tropas auxiliares romanas. El hecho de que se encontrasen a veces
formando parejas, como en el caso de Armea, hace pensar que se
situaban en las entradas de los castros.
Figura
zoomorfa. Siglo I a.C. Granito. Castromao, Celanova, Ourense.
Pieza
del mes: Mayo de 2005. Autor
de la reseña:
Francisco Fariña Busto. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2005_05_esp.pdf
Esta
curiosa figura zoomorfa, única hasta ahora dentro de la plástica
castreña, apareció formando parte del pilar de una construcción e
inmediata a aquella otra donde se localizó la tabula de bronce que
recoge el hospitium entre los Coelerni y Gneo Aquilo Novaugustano.
El
arqueólogo Luis Orero, describe su descubrimiento cuando se
efectuaban labores de consolidación en la campaña del año 1993, de
la que da cuenta en el artículo Nuevos hallazgos en Castromao
(Celanova. Ourense). Una extraña escultura zoomorfa, publicado en el
Boletín Auriense, ingresando luego en el Museo Provincial de
Ourense.
Se
trata de un bloque granítico en buen estado de conservación excepto
por el hecho de faltarle la parte superior, donde iría la
representación de la cabeza y tener un pequeño golpe en la parte
baja. Sus dimensiones máximas son 43 x 22 x 21 cm. En la zona
inferior presenta un apéndice prismático, con ligera tendencia
piramidal, de 5,5 x 12 x 6 cm., que hay que interpretar como el
elemento de inserción en una base o en otra pieza.
Representa
una figura sentada y encogida sobre sí misma, con las manos y pies
bien trabajados y afrontados, sujetando algo entre ellos, con los
brazos pegados al cuerpo y los antebrazos doblados. Se ve un pecho
corto y un vientre en el que destaca un volumen triangular resaltado
que dejan paso a las piernas, flexionadas, para sentarse o asirse
sobre algo con los pies, que muestran cuatro anchos dedos. El objeto
es semejante a lo que sostiene con las manos.
La
impresión que nos causa es la de estar contemplando un mono, tanto
por su posición como por la forma de colocar las manos y los pies
-de identificarla con un mono debemos reconocer que hasta el presente
no conocemos nada parecido en los ámbitos culturales próximos que
se le parezca-.
La
figura se compara a la serie de animales representados en la plástica
castreña o galaicorromana, pero que no ofrece ningún paralelo
formal, aunque la forma de trabajar la piedra, muy cuidada, la hace
semejante a otras muestras y representaciones de la escultura exenta
de su época. No hemos localizado paralelos en los
repertorios de plástica romana consultados.
El
lugar donde se localizó ofrece también su interés, pues su
aparición tuvo lugar en el inicio de la casa que, por otros
hallazgos, configura una zona de particular importancia dentro del
poblado.
Efectivamente,
en este sector de la vertiente norte de la plataforma baja del
castro, coinciden un grupo de estructuras constructivas, asociadas
con un pavimento exterior empedrado que las pone en relación, y
donde aparecieron piezas decoradas, algunos vanos en las paredes,
restos de ventanas caladas, la tabula hospitalis, un cobijo
monetario, etc., que nos hacen sospechar que debieron tener un cierto
carácter público.
Otro
aspecto importante es el de su datación. Su descubrimiento, formando
parte del arranque de una construcción que parece tener su origen en
el siglo I a. C., obliga a plantear una fecha inmediata algo
anterior, ya que su amortización como material de construcción sólo
resulta explicable cuando perdió su función y significado o como
consecuencia de un destrozo significativo del poblado, situación que
en este punto no se acredita.
Estatua-Menhir.
Edad del Bronce. Granito. Vilar de Santos, Ourense.
Pieza
del mes: Septiembre de 2002. Autor
de la reseña: Francisco
Fariña Busto. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2002_09_esp.pdf
La
pieza es un bloque granítico, de ciento cincuenta y seis cm. de
altura, de sección oblonga, con dimensiones máximas de 52 cm. de
frente y de 36 cm. de cumplimiento, y un perímetro máximo de 156
cm.
En
la parte superior, se dispone, sobresaliendo, una prominencia
redondeada, a manera de cabeza, que tiene en una de sus caras una
oquedad, reforzando su aspecto antropomorfo. Una escotadura marcada,
de diez centímetros de altura y a cincuenta de su parte inferior,
sirve para realzar su imagen humana con los brazos pegados al cuerpo.
Cuando
se descubrió formaba parte del muro de cierre de una parcela, en la
orilla de un camino, a unos 50 metros de una encrucijada, y no muy
lejos de la traza que en aquellos parajes sigue la vía romana,
conocida como vía XVIII, de Bracara a Astúrica.
A
pesar de su situación, la piedra tenía un cierto reconocimiento en
la zona, ya que era tradición que las vacas cuando pasaban a su lado
se restregasen contra ella cuando estaban preñadas lo que era buen
síntoma para un nacimiento venturoso. Esta
singularidad, entronca la pieza con otros elementos semejantes y bien
conocidos de piedras protectoras y favorecedoras.
Las
características morfológicas de la pieza nos llevaron a
identificarla como una estatua-menhir, atribuible el ámbito
cronológico cultural de la edad de bronce, de la que conocemos
algunos otros monumentos próximos de similar tipología.
Estatua-Menhir
de A Pedra Alta. Finales del II -comienzo del I milenio a. C.
Granito. Estela antropomorfa con insculturas. A Pedra Alta, Castrelo
do Val, Ourense.
Pieza
del mes: Octubre
de
2012.
Autores
de la reseña: Alberte
Reboreda Carreira, Eduardo-Breogán Nieto Muñiz. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2012_10_esp.pdf
Esta
singular pieza apareció al labrar un terreno en el lugar de Pedra
Alta. Enterrada a 50 cm de hondura, llamó la atención un gran
bloque granítico, tanto por su tamaño como por tratarse de un
material no presente en el contorno inmediato.
A
principios de 2011 llegó a conocimiento de los arqueólogos que
subscriben, identificándose a continuación como una estatua-menhir
o estela de guerrero, datable en la Edad del Bronce (II-I Milenio
a.C.).
Pesa
unos 800 kg y cuenta con unas dimensiones de 175 cm de altura, entre
63 e 70 cm de anchura y unos 30 cm de grosor. Presenta un perfil
antropomorfo, con cuatro escotaduras labradas de dos en dos que
procuran definir, de modo muy arcaico y primitivo, una silueta
humana.
El
hecho de que esté labrada en granito de grano medio no carece de
importancia, ya que se trata de un material ausente en el contorno
inmediato, en el que es la losa la piedra de uso tradicional. De este
modo, el granito tuvo que ser traído de una cantera situada a una
distancia relativamente considerable.
El
surco que define a los grabados fue realizado por piqueteado, técnica
empleada en los petroglifos. A pesar de llegar a nosotros
profundamente erosionados, se lograron identificar diversos motivos
que hacen de esta pieza un único en la arqueología gallega.
Desde
el punto de vista iconográfico, los elementos más significativos y
relevantes son el escudo y el carro. El escudo aparece representado
por medio de tres círculos concéntricos y una escotadura en uve
además de una posible abrazadera horizontal.
En
lo que se refiere al carro, que se conserva en malas condiciones,
presenta una incisión más fina que el resto de los motivos, aparece
tirado por dos cuadrúpedos, probablemente caballos. La
perspectiva utilizada para grabar el carro es la conocida como
perspectiva torcida, ya que permite observar este vehículo desde dos
puntos de vista simultáneos.
Nunca
antes había aparecido en Galicia un grabado
prehistórico datado en la Edad del Bronce con un escudo y un carro
de estas características.
La
distribución de los motivos es la que sigue: el escudo ocupa el
lugar central, a modo de emblema; sobre él se dispone la espada, que
aparece envainada y sustentada por una correa que hace que se cruce
en diagonal por delante del pecho del “guerrero”.
Posiblemente
su erección estuvo relacionada con la señalización de recursos,
asentamientos y/o necrópolis en la transición entre el II y el I
Milenio antes de Cristo.
Trisquel
calado. Siglo I a.C – siglo I d.C. Granito. Castromao, Celanova,
Ourense. 44 x 46 x 11 cm.
Pieza
del mes: Septiembre de 2006. Autor
de la reseña: Eduardo
Breogán Nieto Muñiz. Texto
extraído de: http://www.musarqourense.xunta.es/wp-content/files_mf/pm_2006_09esp.pdf
Pieza
enmarcada dentro de la plástica arquitectónica castreña, pero
también con otros posibles significados mágico-religiosos. Llama la
atención la especial característica de su decoración calada.
Se
descubrió durante las primeras excavaciones de Castromao, en 1966,
centradas en la plataforma inferior, donde apareció
una gran concentración de estructuras circulares, sin vestíbulo, y
alguna cuadrangular, construidas principalmente la base de
mampostería de granito.
En
el espacio entre una de las cuadradas, la estructura III, y la II,
circular, fue donde se encontró esta pieza, sin poder asignarla a un
nivel arqueológico concreto.
Se
trata de la escultura de un trisquel de rayos dextrógiros, trazado
sin compás, de 29 cm de diámetro, y sin moldura exterior. Cada rayo
tiene otro dentro ligeramente rebajado. Ocupa el centro de un sillar
casi cuadrado, de 46 cm de lado, por 41 y 44 cm en los lados
contrarios, de 11 cm de grosor.
Por
la parte trasera no tiene decoración alguna, siendo visibles
solamente las perforaciones. Tiene la especial
característica de tener huecos los espacios entre los rayos, siendo
traspasada por la luz y el aire, lo que supuso que, ya en un primero
momento, fuera entendida como el único posible vestigio de la
presencia de ventanas, a modo de celosías, en las viviendas.
El
lugar parece que sería la pared de entrada de la estancia
principal, dentro del vestíbulo. Ahora bien, si los vestíbulos eran
cerrados, la poca luz que pudiera traspasarlo sería más bien
escasa.
Podríamos
pensar, entonces, en una doble función, una práctica y otra
religiosa, marcada esta última por la representación del trisquel,
de modo que, la poca luz que lo traspasa, sí sería suficiente para
provocar un efecto mágico, relacionado, tal vez, con cultos
heliolátricos.
La
función y simbolismo de los trisqueles tampoco están nada claros.
Se les ha atribuido una relación con movimientos de tipo astral. En
algún momento incluso se especuló con la diferencia entre el día y
la noche, según el sentido de los rayos.
La
plástica castrexa se iniciaría antes del siglo I a.C., llegando
incluso hasta el IV a.C., según algunos autores.
Ha
llegado la hora de poner el punto final a la visita al Museo
Arqueolóxico de Ourense.
Dedicado
a aquellos que lo hicieron posible, ya desde 1895, y a los que lo
hacen posible hoy, cada día.
Fin.
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