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Montederramo, en tierras de la Ribeira Sacra, provincia de Ourense,
en el valle del río Mao, muy cerca de la Sierra de San Mamede. El
Monasterio de Santa María, fundado en el siglo XII, benedictino en
sus inicios, y ya cisterciense desde 1153, es un monumento de
extraordinaria importancia. La iglesia (de principios del siglo
XVII), la sillería del coro, la Escalera de la Sacristía, los dos
claustros, el de la Portería y el de las Procesiones, o Reglar
(ambos del siglo XVI).
En
esta Parte 2 vamos a ver la iglesia, sus tres naves y la nave del
crucero, bóvedas, la cúpula, sus seis retablos, cuatro en las
capillas del crucero y dos colaterales. El majestuoso retablo mayor
lo veremos en el siguiente capítulo.
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Coordenadas
de situación de Montederramo
en
Galicia. Amplíe el mapa y llegará al
Monasterio de Santa María: 42.274618, -7.501862
Entramos
en la iglesia.
Unos
apuntes procedentes del trabajo de D. Manuel Chamoso Lamas titulado:
El Monasterio de Montederramo, 1947, publicado en la revista Archivo
Español de Arte, tomo 20, N.º 78:
Se
trata de un templo todo de sillería de granito, de planta de cruz
latina con tres naves, crucero amplísimo y presbiterio muy
prolongado. Se cubren las naves con bóvedas de crucería, cuyas
aristas se ocultan con nervios gruesos de recuerdo gótico, cúpula
en el crucero sin cuerpo de luces, y que apea sobre pechinas lisas, y
bóvedas con lunetos y tercio central acasetonado en el presbiterio.
Las
naves constan de cinco tramos, ocupando los tres primeros el gran
cuerpo que sostiene el coro alto, que aparece construido
por arcos rebajados, que respetan, si bien robusteciéndola en
volumen, la organización y disposición esencial de la
planta.
Vista
a izquierda y derecha.
Las
tres rejas de madera policromada separaban la parte de la iglesia que
quedaba dedicada al culto de la comunidad de la que quedaba abierta
al público (los dos primeros tramos de las tres naves, que es esta
parte en la que nos encontramos ahora). La reja de la parte central.
Detalle
de la reja central, en la que se especifica que se hizo y se pintó
en 1769. Escudo de la Congregación de Castilla.
Una
vez cruzada la reja nos encontramos en el tercer tramo que sostiene
el coro. Vemos la nave central, al fondo el retablo mayor y a ambos
lados los dos retablos situados en los pilares entre la nave central
y las laterales.
Ahora
la reja
central,
ya desde
el interior, debajo del coro.
Miramos
hacia la reja de la
nave lateral
sur.
Las
tres rejas.
Giramos
180º y caminamos por esta nave
lateral
sur.
Bóvedas
de
la nave.
Vista
de uno
de los dos
retablos
que
hay en dos de los pilares que separan la nave central de las
laterales.
Nave
lateral
norte.
Nota.
Introducimos aquí partes extraídas (en cursiva, ya saben)
del trabajo titulado: Del esplendor a la ruina. La recuperación del
mobiliario litúrgico de la iglesia del monasterio cisterciense de
Santa María de Montederramo (Ourense), cuyos autores son Dª M.
Carmen Folgar de la Calle y D. Enrique Fernández Castiñeiras. El
objeto de la obra lo explican los propios autores:
Resumen.
Este
trabajo, realizado en el marco del Proyecto de Investigación:
Artífices y patrones en el monacato gallego (INCITE09 263 131 PR),
financiado por la Xunta de Galicia, analiza los avatares vividos tras
la Desamortización por el mobiliario litúrgico de la iglesia
abacial de Montederramo y su recuperación financiada por la
Dirección Xeral de la Xunta de Galicia.
Además
de los retablos, el mobiliario litúrgico también se refiere a la
sillería del coro, que veremos en un posterior capítulo.
Avanzando
por la nave central. Aquí vemos los dos retablos de los dos pilares
mencionados, detrás están, aunque no se ven, otros cuatro en las
capillas del crucero, y el retablo mayor.
Una
introducción histórica de los profesores Folgar de la Calle y
Fernández Castiñeiras:
Tras
la Reforma de los Reyes Católicos, el monasterio se incorpora en
1518 a la Congregación cisterciense de Castilla y a partir de ese
momento se inicia una recuperación económica que se verá reflejada
en la total renovación de la fábrica medieval, ésta comienza hacia
1560, por los espacios comunitarios, para seguidamente comenzar la
obra de una iglesia nueva en el mismo solar que la medieval.
El
nuevo templo, proyectado por el arquitecto jesuita Juan de Tolosa, se
construye en dos etapas, se comienza, entre 1598 y 1607, por el
cuerpo de la iglesia hasta el crucero bajo la dirección del maestro
Pedro de la Sierra que contó con la colaboración de su hermano
Juan. Los mismos maestros asumen en 1609 la obra del presbiterio,
chirola y sacristía, ahora siguiendo la traza de Simón de
Monasterio, obra que se prolonga hasta la década de 1640.
La
solución de las dos fases constructivas se volvió a adoptar para el
mobiliario litúrgico, comenzando por la sillería de coro que se
inicia antes de concluir la primera etapa, mientras que los retablos
colaterales y el mayor no se contratan hasta mediados del XVII.
En
1836, con la desamortización de Mendizábal, Montederramo, al igual
que los demás conjuntos monásticos españoles, sufrió un duro
golpe al tener los monjes que abandonar el cenobio. En 1841, según
lo estipulado en el Decreto de 2 de septiembre, las propiedades del
clero regular salen a licitación pública y se
subastan sus bienes.
A
esta venta siguieron muchos años de abandono e incluso de saqueo,
como es el caso de algunas de las tablas de la sillería de coro,
objetos litúrgicos o documentación; además parte de las
dependencias monásticas pasaron a servir de vivienda y otros
servicios.
El
16 de marzo de 1951 el monasterio de Montederramo es declarado
Monumento Nacional, pero aún habría que esperar unos años hasta
iniciar su recuperación. El deterioro de las cubiertas de la iglesia
motivó que en 1958 se decidiera desmontar el retablo mayor para
evitar su posible derrumbe, almacenando parte de sus piezas en la
sacristía y en antiguas dependencias monásticas.
El
grado progresivo de abandono y ruina que presentaba el monasterio,
como reflejan fotos antiguas, parecía condenarlo a la destrucción,
pero en la década de 1980 la Xunta de Galicia consideró la
singularidad de este cenobio ourensano y asumió su recuperación con
un programa desarrollado en varias fases.
Ahora
observamos las bóvedas y cúpula. Desde debajo del coro.
Un
poco más adelante.
Y
mirando hacia nuestra espalda, el coro.
Volvemos
a los retablos. Vemos ahora los que están situados en los dos
pilares de la nave central. Comenzamos por el de la derecha según
avanzamos por la nave hacia el crucero.
Intercalamos
párrafos correspondientes al trabajo de los profesores Folgar de la
Calle y Fernández Castiñeiras:
Como
creación fundamental del arte religioso español y una de las
manifestaciones artísticas más importantes de nuestro patrimonio,
los retablos son, junto con la sillería coral, las otras piezas
relevantes del mobiliario litúrgico recuperado.
Una
vez rematada la fábrica pétrea, el abad Roberto Nicolás, en
diciembre de 1650, inicia el proceso de realización de los nuevos
retablos, primero los laterales y seguidamente el mayor; en ambos
casos se recurrió a dos de los artífices de mayor prestigio en ese
momento con su taller en Santiago de Compostela: el arquitecto y
entallador Bernardo Cabrera y el escultor Mateo de
Prado.
Los
seis retablos fueron pintados y dorados, en 1669 los de la Inmaculada
Concepción, san Benito y san Bernardo y entre abril de 1673 y abril
1674 los dedicados a san José, Santiago
y san Martín
Cid.
De
los seis retablos, asentados en los primeros meses de
1654, tan sólo se conservan algunas de las tallas que los presidían,
pues los muebles fueron sustituidos a finales del tercer cuarto del
siglo XVIII, manteniendo la dedicación de los cuatro
correspondientes a las capillas del transepto (dedicados a san
Benito, la Inmaculada, san Bernardo y san José), mientras que
los dos colaterales, acoplados a los pilares de acceso al crucero,
están hoy dedicados a san Pedro Mártir y san Bernardo de Alcira.
Retablo
de la izquierda.
Estamos
ahora en
la
nave del
crucero.
Ábside
central.
Vista
a la derecha. Brazo
sur del crucero con las dos capillas de esta parte.
Vista
a la izquierda. Brazo
norte y las otras dos capillas.
Mirando
a nuestra espalda, otra
vez las bóvedas
de
la nave y
coro.
Tumbas.
Hacia
el norte del crucero.
Antes
de seguir,
mirando
a la izquierda,
la nave lateral
norte
y al fondo el coro.
Retablo
de
la portada.
A
pesar de que parece una puerta de salida al exterior, tal vez lo fue,
pero hoy, desde el exterior no se puede acceder porque hay una
ventana enrejada, tal como veíamos en nuestro recorrido por las
fachadas de la iglesia.
En
el tímpano, año de 1627.
Más
tumbas y la traza
de montea, que
son
esos trazos en cruz que apenas se ven. Eran trazos geométricos que
se realizaban a tamaño real en el suelo y que servían de modelo
para la construcción de un retablo, por ejemplo.
Ábsides
de este
lado norte del crucero. En
el de la izquierda está situado el retablo dedicado a la Inmaculada
Concepción y, en de la derecha, el dedicado a San Benito.
En
palabras de los autores:
Todos
ellos responden a un mismo esquema: un cuerpo principal articulado
por cuatro columnas de fuste terciado que tratan, con el
escalonamiento de planos de su entablamento y la volumétrica placa
central, de dar profundidad a la hornacina principal, repitiéndose
en la parte media del ático un juego similar.
Retablo
dedicado a san Benito.
El
omnipresente escudo de la Congregación de Castilla.
Púlpitos
y ábside central desde aquí. La
puerta que se ve es la de la sacristía en la que se conservan
algunas imágenes pendientes de restaurar y a la que no pudimos
acceder.
Ahora
estamos ante la portada del lado sur del crucero. Da acceso a la
denominada Escalera de la Sacristía, que veremos con todo detalle en
otro capítulo de esta serie.
Ábsides
del lado sur, con
sus retablos.
Se
trata ahora de los dedicados a San Bernardo y San José. En
esta parte están las marcas, apenas visibles, de la traza de montea
de la escalera, más concretamente, de uno de sus arcos.
Nave
lateral
sur
desde aquí, al fondo, el coro. A
la izquierda de la imagen vemos el hueco en el que había una puerta,
hoy tapiada, que comunicaba la iglesia con el claustro de las
Procesiones (o Reglar). Veremos la portada tapiada desde el claustro
en el capítulo que dedicaremos a los claustros y la escalera.
Bóvedas
y cúpula desde el centro del crucero.
La
cúpula, con sus pechinas desnudas, así como el entablamento,
friso, aquí cóncavo, y cornisa del anillo, muestra, provista de
un sencillo trazo lineal en saliente cruzado, la media naranja, la
cual se corta en el centro para permitir la existencia de una
linternilla, más cuidada ya en su gracioso trazado del cuerpo de
luces (Chamoso Lamas).
Concluye
aquí la Parte 2. En la siguiente entrega veremos el retablo mayor,
que requiere un capítulo propio.
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