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Convento de S. Francisco. En Louro, Muros. Provincia de A Coruña.


Visitamos Muros, en la margen norte de la Ría de Muros y Noia. Estamos en la parroquia de Louro, en el núcleo de San Francisco, con su preciosa playa mirando al Monte Louro, que impone su presencia.

Nos acercamos al Convento de San Francisco, que se fundó a finales del siglo XIV, sobre una construcción anterior. En el capítulo anterior hemos subido por la ladera del Monte Oroso para ver las 15 estaciones del Vía Crucis, de 1878, y también, para admirar las fabulosas vistas. Hoy, como segunda parte de la visita bajamos al Convento para ver el atrio, la iglesia, y conocer algunos detalles de su azarosa historia.




Click Aquí para ver el capítulo anterior.

Coordenadas de situación de Muros en Galicia. Amplíe el mapa y llegará al Convento de San Francisco, en la parroquia de Louro: 42.762965, -9.073310

Click Aquí para ver todas nuestras visitas al municipio de Muros.


Nota: Los textos que figuran en cursiva han sido extraídos del reportaje que se publicó en la edición digital de El Correo Gallego, con fecha de 07-09-2114, cuyo autor fue José Manuel García Igesias. El autor cita entre la bibliografía consultada: Río Ramos, L., “San Francisco: Louro”, en Mosteiros e conventos da Península Ibérica. Galicia, A Coruña, Hércules, 2008. Vol. VI, pp. 290-319.


Caminamos junto al muro del Convento.




Aún cuando hay textos que encuadran su fundación en el siglo XIII,  lo que resulta probado es que ha de reconocerse como uno de los “oratorios” fundado, hacia 1392,  por Fr. Gonzalo Mariño, en relación con la Observancia (https://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_menores_de_la_regular_observancia), habiendo de datarse antes de 1407 en que es denominado, en una Bula del antipapa Benedicto XIII (https://es.wikipedia.org/wiki/Benedicto_XIII_de_Aviñón),  como “A Santa Maria de Rele”.


Esto hace referencia a una construcción anterior, Santa Marina del Real - a la que deben de corresponder una serie de elementos, de estilo románico,  reaprovechados en su iglesia actual: capiteles, columnas, arcadas, anteriores al siglo XIII- que, en tiempos del citado fraile, se deben de utilizar a la hora de establecer allí una comunidad franciscana, al pie del monte Oroso,  a la que se le otorga ya el nombre de San Francisco.




Un poco más adelante divisamos, a la izquierda, el cementerio.

En la parte exterior del convento, a su entrada, que es en donde se inicia el citado Vía Crucis, hay un espacio delimitado como cementerio sobre cuya puerta se presenta un tímpano triangular, rematado con cruz. Este espacio fúnebre ha de ponerse en relación con la condición de templo parroquial asumida en esta casa franciscana.

En el centro de la imagen vemos la Segunda Estación del Vía Crucis. También una serie de restos arquitectónicos que están aquí “depositados”.




Llegamos a la puerta de acceso al atrio del Convento.




Ya desde el interior del recinto, atrás queda el cementerio y también la Primera Estación del Vía Crucis, que arranca desde aquí.




Nota: Las imágenes fueron tomadas en dos visitas al Convento, por eso tenemos momentos de sol y sombra...

Caminamos junto al muro de la derecha, que nos separa del bullicioso camping que hay al otro lado. Aquí hay bastante silencio.




Miramos desde aquí de derecha a izquierda.




La parte meridional del exterior de la iglesia da frente al atrio. El atrio está centrado por una cruz, fechada en el siglo XVII - ¿1617?-.






Al lado de la entrada, en su parte oriental, puede verse una fuente, amparada por una arcada, a modo de capilla, dedicada a San Francisco, con una imagen del mismo. Se reutilizan, en su construcción, una serie de elementos medievales – columnas y capiteles, así como el arco que lo encuadra -. En su interior puede leerse un epígrafe que dice: BENEDICITE FONTES DOMINO/ AÑO 1889/ S.  FRANCISCO.





Caminamos hacia la iglesia y vemos asimismo el campanario y la portería.




Ya en el interior de la iglesia.




La nueva iglesia, construida sobre la anterior, habría de tener un presbiterio rectangular y nave única; se trata, pues, de un tipo de configuración sencillo, congruente con el espíritu de la Observanciia.
En el lado sur de la nave se abre la puerta que enlaza con el atrio en tanto que, enfrente, se dispone otra que nos lleva al claustro.
Todo ello debió de tener una reforma importante en el siglo XVII, lo que justifica determinadas características; es el caso de los ángulos de la nave, hacia el presbiterio, que suponen la construcción de unos retablos, hoy perdidos.




Lado sur.




Lado norte.




Destaca, así mismo, en la pared norte del la nave la presencia de una pintura, con un marco rematado en un escudo franciscano, que muestra la devoción de la Virgen del Carmen como intercesora de las Ánimas del Purgatorio.




Se estructura en dos alturas; en la parte alta la Virgen, con el Niño en el regazo, presenta en una mano, al igual que Jesús, un escapulario. Tienen ante sí a un alma que ha superado ya las penas del Purgatorio en virtud de tan gran intercesión.
Lo que puede verse, en tanto, abajo, es a cuatro almas penando entre las llamas. También están aquí una figura demoníaca, de tez oscura, y un ángel que ayuda a un alma a salir del fuego.




En los ángulos inmediatos al presbiterio, en el sitio anteriormente ocupado, como ya se apuntaba, por retablos, se localizan dos devociones muy comunes, también, en el franciscanismo: la Inmaculada Concepción (acompañada por la imagen San José) y el Sagrado Corazón de Jesús (junto a Él San Antonio de Padua).





El presbiterio está cubierto por un abovedamiento ligeramente apuntado aprovechándose, en su construcción, elementos románicos  anteriores, fundamentalmente en lo concerniente a los capiteles integrados en el mismo.






A la entrada del presbiterio, en el suelo, se ubica una placa de mármol que hace mención a que allí están depositadas las cenizas del Beato Arias del Fresno, una de las glorias de la Orden que vivió, allá en el siglo XVI,  en este convento.





El presbiterio está presidido por un retablo mayor, estructurado con columnas salomónicas, con tres calles en su nivel principal y una sola, en la parte alta. Es la figura de San Francisco quien lo preside, en tanto que, a los lados, se presentan las imágenes de San Luis Rey de Francia y Santa Isabel de Hungría, patronos de la Orden Tercera. Tales devociones quizás sean aquí más comprensibles si se tiene en cuenta que el Ayuntamiento de Muros fue el patrono de la capilla mayor.







La parte alta de dicho retablo cuenta con una representación de San Roque.




Salimos de la iglesia, regresamos al atrio.




Donde el templo se enlaza con el convento propiamente dicho, se dispone un humilde campanario de planta cuadrada a cuyo pie, en ese espacio del atrio, se dispone un púlpito, montado sobre uno capiteles medievales, reaprovechados a estos efectos. También cuenta con un tornavoz; tiene este púlpito su principal función la de la fiesta del Jubileo de la  Pórciúncula, el 2 de agosto.



Nos acercamos a la portería.




La portería del Convento presenta, a los lados un banco corrido, espacio, en fin, para dar acogida a quienes hasta aquí llegaban buscando la caridad y la hospitalidad.




Llamamos a la puerta y amablemente nos indican que no es posible acceder a otras dependencias del Convento. Reproducimos la información sobre el claustro y otros lugares que no podremos ver ni admirar:

El espacio conventual, en su interior, está centrado por un claustro cuadrado. Se estructura con seis arcos de medio punto por lado, montados sobre pilares cuadrados y contando los cuatro angulares con una decoración que muestra el cordón franciscano ciñendo, por los lados, cada pilar.

Se ha relacionado este claustro con el maestro Alberto Carelo. Hay, por otra parte, en el mismo, una inscripción que dice: “Este paño del claustro hizo Bastián de Baca(riza), y su mujer Margarita Pérez. 1646”.
Cuenta el convento con una amplia finca en la que hay espacio para la huerta y, también, para el bosque. No faltan aquí fuentes; una de ellas se denomina de Santa Rosa. También hay un hórreo.


Llama, sobre todo, en este caso,  la atención una pequeña construcción, a dos aguas, que se conoce como la cabaña del Beato Arias del Fresno, aquel franciscano que, según la tradición, cuidó en este lugar a otros dos hermanos afectados por la peste y que terminaría muriendo por ello,  lo que les llevó a ser considerado como Beato; es una edificación de pequeñas dimensiones, de planta rectangular y levantada en mampostería, presidida por una cruz y con el único hueco de una puerta de entrada.




Es hora de poner el punto final a la visita.


Fin.


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